«Aunque resulte paradójico, el mundo de la ciencia y la tecnología, considerado imparcial y objetivo, es víctima, muchas veces de manera inconsciente, de sesgos de género». Este es el punto de vista de Inés Badía, estudiante de Máster en Ingeniería Biomédica e investigadora en formación en el Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A). La historia de la relación con la ciencia de esta joven comenzó ya en su infancia, cuando sintió atracción por este área del conocimiento. Un hecho que le llevó a elegir una carrera científica «de forma natural». En ese sentido, destaca que ha tenido suerte con que el ambiente que la ha rodeado -tanto el familiar como el social- le ha animado y apoyado en esa decisión. Sobre la evolución en la sociedad de la mujer en la ciencia a lo largo de la historia, considera que la situación actual es «mucho mejor» gracias al esfuerzo de las pioneras «por superar los obstáculos que se encontraron». Pero «aún queda mucho por conseguir».

Un camino por recorrer que también observa Concha Gimeno, profesora de Investigación en el CSIC centrada en la aplicación de compuesto de oro en la terapia del Cáncer. Por su trabajo ha recibido varios premios, como el IUPAC 2017 Distinguished Women in Chemistry o el de Excelencia Investigadora. Acerca de los sesgos en el ámbito científico, detalla que, aunque las instituciones educativas son justas a la hora de otorgar los puestos de responsabilidad, esta decisión recae tanto en hombres como en mujeres, en los que «indudablemente existe un sesgo importante que hace que muchas veces las mujeres tengan que demostrar que son mejores para obtener dicho puesto, mientras que en igualdad de condiciones hay más probabilidades de que lo consiga un hombre».

Avances

Sobre esa evolución de la mujer en el ámbito científico, la catedrática de la Universidad de Zaragoza, Cristina Nerín, observa que actualmente no hay diferencias entre hombres y mujeres, con campos como la Química en el que es mayor el número de mujeres que el de hombres. En ese sentido, considera que las cosas «han cambiado bastante» con el tiempo y recuerda que cuando estudió Químicas ya existía una buena representación femenina en las aulas, un cupo que descendía cuando se pasaba de ser alumno a trabajar en la universidad. Esta situación, afirma, «ha cambiado mucho también», con departamentos que tienen una representación de ambos géneros «a la par». No obstante, señala que existen muchas menos catedráticas que catedráticos.

No es el ámbito académico el único que se encuentra en esta situación. Emma Cavero es doctora en Químicas e investigadora de I+D en la empresa Industrias Químicas del Ebro. Para ella, sigue siendo «una realidad» que, en general, la tasa de mujeres en puestos relevantes es baja en la empresa. «Somos pocas, aunque es verdad que cada vez somos más», detalla.

Otro campo, el de Defensa, también comienza a vislumbrar mujeres científicas en su haber. La alférez cadete Carmen Cerezuela, dentro de los estudios para ser Teniente, cursa el grado de Organización de Ingeniería Industrial en el Centro Universitario de la Defensa (CUD) de la Academia General Militar. La joven subraya de esta elección cómo se combina la exigencia y valores de la vida militar con el alto conocimiento que requieren los sistemas de armas, lo que exige estudios avanzados. Cerezuela apuesta por que se promueva este estilo de vida que mezcla ciencia y Defensa, «que las mujeres lo vean como una opción más a elegir».

Referentes

Precisamente, la visibilidad de la mujer en la ciencia es uno de los aspectos más demandados. La matemática Adela Latorre, profesora ayudante en el CUD, observa que, echando un vistazo a los libros de texto y a los medios de comunicación, suelen ser hombres «los que aparecen como referentes», algo que puede llevar a las niñas «a pensar que la ciencia no es para ellas». Por ello, considera que si se aumenta la visibilidad, esa situación puede cambiar.

Un rasgo que pone de relieve también la estudiante del doctorado en Física Leyre Hernández, que se decantó por esta rama porque «permite conocer el porqué de las cosas y poder aprovechar ese conocimiento para construir un mundo mejor». Hernández destaca que en su campo, el único referente femenino que encontró fue Marie Curie, a pesar de que hubiera «muchas más científicas excelentes» de las que no se habla.

Gimeno coincide con este matiz, ya que observa que las mujeres científicas «no tienen suficiente visibilidad en la sociedad y esta debería proporcionales el espacio que se merecen». Al respecto, señala que no se refiere a una discriminación positiva, sino a que se reconozca «la valía real de muchas mujeres científicas cuya labor pasa inadvertida». Un trabajo que puede servir para que las niñas apuesten por este camino. Así, habrá más casos como Candela Lostao, una entusiasta de la ciencia de 8 años, a la que le gusta esta rama porque le permite «descubrir cosas nuevas».