Con el eco de los tambores, bombos y timbales de la Piedad todavía en sus oídos, Joaquín se levanta esta mañana de Viernes Santo, con el hombro ya menos magullado de llevar la peana en el Vía Crucis del lunes, pero la inoportuna torcedura de la muñeca que sufrió la semana pasada le sigue molestando, quizá más que el hombro.

Hoy, San Cayetano también se despierta repleto, lleno de los pasos que las cofradías han ido alojando en su interior a lo largo de esta Semana Santa, bien parecen barcos varados en la playa de Santa Isabel de Portugal. Un paseo por los estrechos pasillos que dejan los pasos, en ese silencio sepulcral en el que retumban los golpes de los pillum de la guardia romana en sus cambios de guardia cada media hora, es una buena manera de comenzar esta jornada.

Joaquín volverá a ponerse bajo la peana, esta vez bajo la gran peana negra del Cristo de la Expiración, esa bellísima talla que estrenó el año pasado la Cofradía de las Siete Palabras, que portan cuarenta peaneros de tercerol negro y que representa la séptima palabra. Pero no irá sola en esta procesión, le acompañarán la tercera y la quinta. No sé si sabían que esta cofradía tiene el objetivo de hacerse con un paso para cada una de las palabras de Jesús en la Cruz, por lo tanto, con el paso del tiempo, promete sacar a la calle siete pasos.

Joaquín, dolorido o no, saldrá a la calle para predicar las Siete Palabras, porque así lo marcan los estatutos de esta cofradía, contra viento y marea, o contra lluvia y granizo como ha demostrado ya en varias ocasiones. Lo hará a partir de las doce, desde San Cayetano, terminando a las cuatro. Me consta que algunos de sus cofrades no se alejan mucho de esa plaza, comen un bocadillo o similar, por algún bar de la zona, para estar listos para la procesión de procesiones, el Santo Entierro, que dará solemne comienzo a las seis de la tarde.

Algunas cofradías, que no han encerrado sus pasos en San Cayetano a lo largo de la semana, harán pequeños desfiles de traslado hasta allí, así que el devenir de cofradías comienza a las cuatro y media.

Las cofradías se arremolinan en las calles adyacentes a la plaza, muchos cofrades de distintas cofradías se saludan:

--Otro año más.

--Otro año más, y este año hace bueno. Mira que siempre la misma historia con el tiempo.

--Pues sí, pero este año nos ha respetado.

--¿Qué tal fue lo vuestro?

--Bien, bien. A vosotros ya os vi. Ibais tropecientos y la madre.

--La verdad que sí.

--Venga, buena procesión.

--Igualmente, que vaya bien.

Celebración secular

Joaquín, Alberto, Fran, Antonio, Mireia, Fernando, Jesús, Juan Mari, Agustín, Ana y todas las personas que les he ido presentando en estos escritos, compartirán el orgullo de rememorar una celebración secular, la mayor concentración de tambores y bombos de España, la procesión que recoge todos y cada uno de los momentos de la Pasión y Muerte de Jesús, pero sobre todo un acto de devoción popular hacia la figura emblemática de nuestra Semana Santa, el Cristo de la Cama, héroe de los Sitios, germen y punto de unión de la Semana Santa zaragozana.

Todos ellos, desde sus cofradías, aportarán sus peculiaridades, el sonido de sus instrumentos, el colorido de sus hábitos, la riqueza de sus atributos y la presencia de sus pasos, para acompañar al Cristo yacente que da sentido a esta celebración.

El mismo Cristo que mañana sábado desde las diez de la mañana puede ser contemplado en el sepulcro de la iglesia de San Cayetano, con la compañía de sus hermanos receptores, de su guardia romana y de una representación de las distintas cofradías zaragozanas. En un ambiente de recogimiento total, con una cuidada escenografía, la imagen es, cuando menos, sobrecogedora.

Antes de que llegue el sábado, justo media hora después de que acabe el Santo Entierro, la Hermandad de San Joaquín y de la Virgen de los Dolores, acompañada por una amplia representación de otras cofradías, volverá a salir de San Cayetano en la procesión de la Soledad. Fran estará allí, cansado, pero dispuesto a seguir marcando el paso de su lenta al ritmo de su bombo.

En la mañana del sábado, otra procesión de la Soledad acudirá desde San Pablo hasta el otro sepulcro de Zaragoza, el de San Nicolás de Bari. Será la Congregación de Esclavas, con Carmen a la cabeza la encargada de llevar su austera, pero bellísima talla de la Virgen de la Soledad, de Carlos Palao, al encuentro con su hijo muerto. Con el toque de unas grandes campanas de mano, la procesión deambula en silencio por las calles del centro.

Mañana, silencio

Don Damián, hoy no abre su tienda en San José, ha bajado a ver el sepulcro y se sorprende que todavía siga habiendo procesiones, él es de esos que piensa que todo se acaba con el Santo Entierro, así que cuando ve pasar a la Congregación de Esclavas, no puede por menos que pararse en la acera a contemplar esta sencilla procesión de hábitos y velos negros.

Hoy toca estruendo de instrumentos, mañana toca silencio, recogimiento y pena, Jesús ha muerto, será el domingo cuando toque la alegría y la algarabía de la resurrección, pero, por ahora, hasta yo guardo silencio.