GASOLINERA CEPSA, CARIÑENA

"Aún paran los camioneros"

La estación de servicio no se ha resentido de forma apreciable desde que abrió la A-23. «Estamos bien situados, muy cerca de la autovía, y además atendemos a los camiones que vienen por la carretera de La Almunia para evitar pasar por Zaragoza», explica Manuel, que cobra a los clientes y sirve en la tienda de la gasolinera.

En ocasiones, también se desvían para repostar camioneros que circulan por la A-23. Pero Manuel señala que este tipo de clientela es muy insegura. «Normalmente, llenan el depósito en el punto de partida y así no tienen que detenerse en el camino», dice. Más seguros son los conductores que residen en el entorno, que van a Cariñena a repostar al no tener surtidores en sus pueblos.

Lo que sí ha provocado la llegada de la autovía es un aumento del número de ciclistas aficionados que eligen la N-330 para hacer salidas y subir el puerto de Paniza, señala Manuel. Y también se ven más motos, hasta el punto de que han aumentado los accidentes en los que se ven implicados los vehículos de dos ruedas.

Con todo, los negocios situados junto a la N-330 no saben muy bien qué parte de la pérdida de actividad se debe a la apertura de la A-23 y qué parte a la crisis económica, pues ambas e coincidieron en el tiempo.

BODEGAS IGNACIO MARÍN, CARIÑENA

"Mejorar la señalización"

Los hermanos Ignacio y Luis, que regentan Bodegas Ignacio Marín, en Cariñena, vivieron en directo el súbito declive de la N-330, donde tienen su establecimiento. «Claro que se ha notado la A-23», destacan. «Se ha pasado de todo a nada», resumen.

Hasta hace 10 años, la nacional bullía de actividad y eso se notaba en los negocios abiertos al pie de la carretera, que tenían más clientes.

El ejemplo más claro de la pérdida de tráfico de la general fue el restaurante El Balcón, situado en la subida del puerto de Paniza, un local con excelentes vistas sobre el valle de Encinacorba y que, hasta que se abrió la Mudéjar, trabajaba sin parar. Ahora sigue donde estaba pero apenas pasan vehículos.

«Hubo que cerrarlo porque no había movimiento», reconocen los Marín, que son los propietarios del edificio.

En su opinión, es necesario «mejorar la señalización» que indica las salidas hacia Cariñena desde la A-23. «Lo cierto es que estamos tan cerca de la autovía que no se pierde mucho tiempo si se pasa por la travesía», apuntan.

De hecho, gran parte de su clientela sigue desviándose para comprarles vino, muchos de ellos extranjeros que van o vuelven de las playas de Levante. E incluso ganan nuevos compradores.

HOSTAL LEGIDO, DAROCA

"Ningún negocio abre ya las 24 horas del día"

Daroca ha sufrido más que ninguna otra población la entrada en funcionamiento de la A-23. Antes, algunos negocios situados al pie de la N-234, «abrían las 24 horas del día, ya fueran la gasolinera o los restaurantes», explica Arturo Orea, que trabaja en el hostal Legido.

Ahora, la estación de servicio lleva un horario de 7.00 a 23.00 horas, y alguno de los restaurantes que había junto a la nacional se vio obligado a cerrar al poco tiempo de abrir la A-23. Otros han reducido drásticamente el número de empleados, lo que se ha traducido en la destrucción de puestos de trabajo.

Daroca queda a 13 kilómetros de la autovía Mudéjar. Sus habitantes batallaron durante años para que esta nueva infraestructura pasada pegada a la ciudad. Pero Fomento no varió sus planes y dejó la villa amurallada al margen del flujo principal entre Zaragoza y Valencia.

Sin embargo, Daroca aún tiene vida en su travesía. Capta mucho tráfico pesado procedente de Calatayud y eso ayuda a animar los negocios.

HOTEL RESTAURANTE CALAMOCHA

"Resistir el empuje de las nuevas áreas de servicio"

La A-23 no llegó sola. Tras unos primeros años sin servicios, se han levantado de la noche a la mañana varias áreas de descanso que pugnan por captar a los conductores que pasan por la autovía. Por ello Calamocha recibió varios golpes seguidos, explica Sandra Camas, del hotel restaurante Calamocha.

«Primero todo el tráfico se fue por la A-23 y luego han surgido áreas en casi todos los cruces», señala la hostelera. Por si fuera poco, al acortarse el tiempo de desplazamiento, «el viaje se hace antes y se para menos por el camino».

Pese a ello, dice, Calamocha ya va levantando cabeza, una recuperación que empezó en julio del año pasado. «Desde entonces, la gente vuelve a entrar porque está cansada de áreas impersonales donde dan platos precocinados y bocadillos envueltos en plástico», añade.

La cuestión es que la travesía revive, a lo que ayuda que se halla muy cerca de la autovía y con dos accesos. De ahí que los hosteleros piensen que están recuperando clientes que se habían habituado a pasar de largo.

CASA DOMINGO, CALAMOCHA

"En época de vacaciones, la travesía se mueve"

Natividad Pamplona regenta Casa Domingo, un comercio situado en la travesía de Calamocha y que vende productos de alimentación aragoneses, sobre todo el afamado jamón de Teruel. Ha sido testigo de primera línea del auge, caída y recuperación de la N-234 a su paso por la ciudad.

«Al principio, no se notó apenas la entrada en funcionamiento de la A-23, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que el tráfico descendía mucho por la travesía», asegura.

En la actualidad, Calamocha empieza a recuperarse, piensa Natividad. «Sobre todo, en época de vacaciones, cuando la autovía va a tope, aquí también hay mucho más paso de gente y vehículos», indica. Hay meses parados, en particular después de Navidad y antes de la llegada de Semana Santa.

Pero basta que haya un puente o una fiesta autonómica para que la circulación suba en la travesía. «Cuando los extranjeros que van a la costa tienen un periodo de vacaciones, en cualquier época del año, nosotros recibimos más clientes», comenta.

Los calamochinos tienden ahora a abrir negocios más cerca de la autovía, como ha hecho Casa Domingo en el polígono que se ha desarrollado al calor de la A-23. «Los automovilistas se desvían y entran porque pierden poco tiempo», dice Natividad.

TALLERES JILOCA MOTOR, CALAMOCHA

"La autovía no es la principal competencia"

Es fácil pensar que el gremio del motor se ha podido ver afectado por la construcción de la A-23. Pero no ha sido así. «La autovía no nos ha quitado clientela, la competencia a nosotros nos viene por otro lado, por el de los concesionarios de las marcas», subraya José Marco, responsable de Talleres Jiloca Motor y Tracinox, en Calamocha.

Desde su punto de vista, los establecimientos hosteleros de la travesía «van a más». «Tienen mucha clientela de paso y de la zona, se ve movimiento», opina el mecánico. «La gente sigue parando».

A él le preocupan otras cosas. «El problema principal no es la A-23, sino la falta de habitantes», explica. «Calamocha no llega a 4.000 vecinos y eso es un número muy bajo para mantener un buen nivel de actividad», sostiene Marco.

La comarca del Jiloca en su conjunto tiende a perder habitantes y hace años que se registra un abandono progresivo de los pueblos en beneficio de las localidades más grandes de la zona, Calamocha entre ellas.

El alcalde de la ciudad, Manuel Rando, afirma que hay empresas interesadas en instalarse en el polígono que ha ido creciendo junto a la autovía y que el municipio se beneficia de su «excelente posición» en el eje Cantábrico-Mediterráneo.