Tres muestras bastan para dibujar las entrañas del Aragón demográfico. Tamarite de Litera, Visiedo y María de Huerva son los síntomas. Configuran la casuística de una comunidad en la que 170 de sus 731 localidades son demográficamente terminales, y 392, están calificadas como muy viejas. Tres cuartas partes de los municipios, el 76,9%, van a tener "muchas dificultades para su pervivencia futura". Significa que cuando mueran las actuales generaciones de mayores, la historia de estos pueblos pondrá un punto final en su línea vital.

"Estamos estancados desde hace años. No crecemos porque los jóvenes no encuentran trabajo y se van". Habla Francisco Mateo (PSOE), alcalde de Tamarite de Litera. Su pueblo, con 3.656 vecinos, responde al canon de localidad de estancamiento demográfico. La morfología de su pirámide poblacional es similar a una campana. Esto es: el 26,23% de sus habitantes tiene más de 65 años; el 56,10% se sitúa entre los 19 y los 64 años y el 17,67% cuenta con menos de 19 años. La lista de municipios que se hallan en esta situación es amplia; son localidades que pese a sufrir las consecuencias de la emigración desde el campo a la ciudad, han conseguido salvar las brasas de su engranaje socioeconómico. Lo que ha permitido ralentizar su deterioro demográfico.

"Hemos sido un pueblo tradicionalmente agrícola y ganadero, dos actividades que ya no pueden crecer", admite Mateo. Su esperanza descansa en la incipiente industria que subsiste en este municipio sito justo en la frontera entre Aragón y Cataluña. Su posición estratégica, a dos horas de Barcelona, a hora y media de Zaragoza y a 30 minutos de Lérida no parece ser rédito suficiente para crecer. Recuerda el regidor que la pasada legislatura se instalaron en Tamarite dos empresas y se crearon 80 puestos de trabajo. Desde entonces nada. Achaca al actual Gobierno de Aragón, en manos del PP, la falta de planificación estratégica para ofrecer alternativas a municipios como el suyo. La crisis tampoco ha ayudado a la creación de empleo.

El departamento de Política Territorial del Gobierno de Aragón ha elaborado un extenso informe en el que se analizan los problemas demográficos de la comunidad. Se proponen infinidad de soluciones, que aguantan bien el papel, como planteamientos teóricos. Pero la realidad parece empeñada en reivindicarse. Los problemas vienen de lejos y revertirlos es una quimera. En Zaragoza reside el 50,4% de la población aragonesa. La media del resto de municipios es de 918 vecinos. Y su densidad de población de 14,3 habitantes por kilómetros cuadrado --excluyendo la capital--. En el Maestrazgo es de 3 personas. Unas décimas inferior a la de Islandia (3,04). Bruselas se ha comprometido a dar más fondos a las regiones en las que la dispersión y el envejecimiento se asientan cual rémoras en su desarrollo. Solo cinco comarcas superan la densidad media y siete superan los 25 habitantes por kilómetro cuadrado. El resto --26-- se sitúa por debajo. Trece de ellas son lo que se considera un desierto demográfico --10 hab/km2--.

Visiedo, en Teruel, es prototipo de despoblación. Una pirámide invertida es el esquema que conduce a este pueblo de 140 vecinos --en el padrón aparecen 145-- hacia la desaparición. El 44,83% tiene más de 65 años. Los mayores multiplican por seis a los jóvenes. El pasado 10 de octubre nació en este pequeño pueblo de la llanura turolense el primer bebé de los últimos 12 años. Pedro Aranda, el alcalde, tiene 57 años es ganadero y agricultor. Ahora, en primavera recuerda la dureza de la nieve en invierno. "Tenemos todos los servicios, pero la gente joven no se queda a vivir, se van a Barcelona, Zaragoza o Valencia. ¿Cómo vas a ver el futuro con este panorama? Mal", dice. En la escuela hay seis niños, la mitad inmigrantes. Tres parejas evitan que los datos poblaciones se desplomen. Dos son marroquíes y la otra, italoperuana. El regidor habla por teléfono la tarde de un viernes. Cuenta que es el mayor de los ganaderos en activo que permanecen en el pueblo, que los jubilados marchan a Teruel cuando cobran la pensión, que es difícil pensar en soluciones para la despoblación. "Sí, puestos de trabajo, pero dónde y cómo", se pregunta. Visiedo tiene supermercado, bar, carnicería, farmacia, un médico que viene tres veces a las semana. Las casas lucen arregladas. Esperan que el verano las caliente y las llene de vida.

En los gloriosos tiempos del boom inmobiliario en María de Huerva se empadronaban 100 personas al día. A media hora de Zaragoza este municipio está en la otra cara de Aragón. Entre el 2001 y el 2011 aumentó su población un 299,69%. Su esencia solo cobra sentido interpretada a la sombra de la capital. Ahora el ritmo de crecimiento se ha reducido. Pero la localidad ha alcanzado los 5.265 habitantes al ritmo alocado del ladrillo. No hay en sus calles gente mayor (6,55%). Y sí muchas parejas jóvenes con niños. Carritos en los parques. Su guardería, con 120 plazas, tiene lista de espera. Sus dos colegios se amplían. Dispone de los servicios de una ciudad. "Ha venido mucha gente nueva. Nuestro reto era la integración y se ha logrado, gracias a los niños pequeños. En la guardería la gente se relaciona y se hacen vínculos de amistad", cuenta la alcaldesa Marimar Vaquero (PP). Su desarrollo ha sido sostenible. Al contrario que otros municipios como La Muela. Lejos de ser terminal, en María de Huerva todo termina de empezar.