La recuperación de la economía aragonesa es una realidad contrastada, pero con sombras en las que conviene reparar. El ejercicio 2016 no ha hecho más que consolidar y ensanchar una senda positiva que arrancó con timidez en el 2014, tras seis largos y duros años de una crisis con consecuencias devastadoras sobre el mundo empresarial y laboral. Pero este ansiado impulso tiene una doble vertiente. Las grandes cifras macroeconómicas no ofrecen ninguna duda de que la crisis ha pasado de largo, pero a pie de calle los aragoneses perciben de forma más atenuada y sibilina esa mejoría por culpa de la precariedad del mercado laboral, el empobrecimiento salarial y el debilitamiento del Estado del bienestar.

Combatir y paliar estos males será una de las asignaturas que deberán afrontar los poderes públicos en un 2017 que, a nivel local, se vislumbra especialmente alegre en sectores como la industria del automóvil y la logística, mientras que se antoja negro en el carbón turolense e insulso para el Aragón profundo y despoblado (el 25% de los municipios tienen menos de 100 habitantes).

En general, los pronósticos para el nuevo año son alentadores. El crecimiento del PIB regional estimado por los diversos organismos y entidades se sitúa entre el 2,4% y el 2,9%, con lo que estaría por debajo del 3,1% con que se espera cerrar el 2016. Esto se traducirá en la creación de varios miles de empleos -unos 15.000, según la previsión del servicio de estudios del BBVA-, lo que ayudará a seguir rebajando la todavía abultada cifra de parados que tiene Aragón (81.483 hasta el pasado noviembre). Otra cuestión sobre la que reflexionar es la calidad del empleo que se genera.

Las expectativas son también altas en casi todas de las grandes compañías aragonesas, como General Motors, Saica, Pikolín, BSH, La Zaragozana, Grupo Jorge, Carreras o Taim Weser, que encaran el año con ambiciosos proyectos de inversión, expansión o internacionalización. De todos ellos, los planes del fabricante del automóvil asentado en Figueruelas merecen una especial mención dado el efecto multiplicador que su actividad tiene siempre sobre todo el tejido industrial de la comunidad. La planta de Opel celebrará sus 35 años de historia en uno de sus mejores momentos y con dos nuevos lanzamientos -el Crossland X, que sustituirá al mítico Meriva, y el nuevo Citroën C3 Picasso)-, que se unirán al veterano Corsa y al exitoso Mokka. De esta manera, producirá cuatro modelos distintos, algo inédito. Esto supondrá un impulso de la carga de trabajo de la factoría, que se reforzará con más de 300 trabajadores a partir de este mes y generará así empleo neto por primera vez desde el estallido de la crisis.

Este dinamismo se extiende al floreciente sector auxiliar del automóvil, donde una decena de medianas empresas planean inversiones millonarias en la comunidad que, en muchos casos, se materializarán en este año y supondrán la creación de un millar de empleos a corto plazo. Cooper Standar en Tarazona, Johnson Controls y Magna en Pedrola o Ronal Ibérica y Röchling en Teruel son algunos ejemplos.

En la industria aragonesa, piedra angular de la mejor posición económica y de bienestar de la comunidad en el tablero español, luce otro proyecto emblemático que tomará cuerpo en este 2017. Se trata del traslado de la histórica fábrica de Pikolín a Plaza, donde estará el 80% de su producción desde este mes. Esta operación lleva asociada otra gran iniciativa empresarial de la familia Soláns -con polémica incluida- como es la conversión de la factoría de la autovía de Logroño que quedará huérfana en un centro comercial de tiendas outlet, Torre Village, cuyas obras se prevén iniciar también este año.

Sectores

El campo de la logística también enfila el ejercicio bien abonado. En el último año el Gobierno de Aragón ha vendido 500.000 metros cuadrados de suelo en sus plataformas (Plaza, Platea, Plhus), donde se espera que aterricen nuevas empresas y proyectos. En el macropolígono de Zaragoza incluso hay posibilidades de que llegue algún pez gordo de la talla de Amazon.

Los peores presagios se ciernes sobre el sector minero-eléctrico del carbón, de poco peso en el conjunto de Aragón pero imprescindible para la débil economía del nordeste de Teruel. Solo un inesperado anuncio de que Endesa da luz verde a la remodelación de la térmica de Andorra, esencial para que siga en activo a partir del 2020, haría cambiar las tornas. Pese a ello, en el ámbito energético hay atisbos de movimiento económico, sobre todo en la eólica, que comienza a desperezarse tras un largo letargo, y en la biomasa, una tecnología imberbe en la comunidad que la aragonesa Forestalía aspira a revolucionar por el lado eléctrico.

El 2017 servirá también para confirmar o no algunas tendencias como el renacer de sus cenizas de la construcción, ahora que en Zaragoza se vuelven a vender viviendas sobre plano y, en algunas promociones, como churros. La agroalimentación seguirá con su progresivo avance, al igual que el turismo, en el que se ha redoblado la apuesta pública y privada para sea un sector más estratégico. Mientras, la banca tendrá que capear con su inacabada reestructuración. Esto sin perder de vista que Aragón es una de las autonomías más expuestas al brexit. Todo se verá.