Tras el voto británico a favor de abandonar la Unión Europea (UE), los demás 27 estados, el Parlamento Europeo y la Comisión Europea tienen la inaplazable tarea de reorientar el proyecto europeo para recuperar el apoyo ciudadano y frenar la demanda de más referéndums en otros países por parte de la extrema derecha y las fuerzas euroescépticas. Holanda es donde se puede producir con más facilidad otro referéndum, ya que la ley autoriza a reclamar una consulta si está respaldada por 300.000 firmas.

La estrategia del primer ministro británico, David Cameron, es retrasar como mínimo hasta octubre el inicio formal de las negociaciones de salida. Esto forma parte del plan en la sombra de los conservadores de proseguir su tradicional chantaje a la UE para obtener más ventajas en una negociación desde dentro y no como un país ya extracomunitario. Un plan que reiteró ayer el aspirante a premier Boris Johnson.

Esta estrategia dilatoria perjudica a los Veintisiete, que, para desincentivar otros referéndums y reafirmar la solidez de la UE, necesitan iniciar la negociación cuanto antes y mostrar así que la vida es peor fuera de la UE y que el precio de acceder al mercado común es muy caro para los que se van. Por ello, los presidentes del Parlamento Europeo, de la UE y de la Comisión Europea exigen a Londres el inicio de esa negociación «cuanto antes».

Las primeras incógnitas que deben despejarse de aquí al final de la cumbre europea del 28 y el 29 de junio es el calendario del inicio de la negociación de salida británica, la estrategia de los Veintisiete en esa negociación y los límites de lo que se está dispuesto a ofrecer a Londres, así como si se marginaliza a partir de ahora a la saliente Gran Bretaña en las votaciones legislativas del Consejo de Ministros de la UE y si se retira al comisario británico la cartera clave de Servicios Financieros, como ya se plantea en el Parlamento Europeo.

Desde su adhesión, Gran Bretaña se dedicó metódica y sistemáticamente a diluir los aspectos sociales y políticos del proyecto europeo para reducirlo a poco más que un mercado común y el euro. El triunfo de la dimensión económica sobre la sociopolítica ha ido alejando a los ciudadanos de la UE, que es percibida cada vez más como un instrumento al servicio exclusivo de la elite socioeconómica, las grandes empresas y el sector financiero.

La cancillera alemana, Angela Merkel, que pierde a su principal aliado en la defensa a ultranza de la política económica neoliberal y de austeridad, dio ayer una nota discordante al pedir «calma» y «moderación» a los demás líderes europeos para no tomar «decisiones precipitadas» sobre Gran Bretaña, como si dejara una puerta abierta a la tercera vía que buscan los conservadores británicos. Esto augura una semana de complejas negociaciones entre los Veintisiete.

Los líderes europeos reconocen la necesidad urgente de reorientar la UE para recuperar el perdido apoyo ciudadano. El primer ministro francés, Manuel Valls, que tiene a la población sublevada contra su reforma laboral, admite ahora que «se ha ignorado durante demasiado tiempo el malestar de la gente».

Los líderes, sin embargo, divergen sobre la orientación de esa reforma. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, pide «cambiar la UE para hacerla más justa y humana», mientras que el presidente francés, François Hollande, aboga por una UE «se concentre en lo esencial» abriendo la vía a cierta renacionalización. El presidente de la UE, Donald Tusk, avisa que «más Europa no es la solución» y desde el Este se insiste en sus posiciones nacionalistas y antiimigración.

La distribución geográfica del voto a favor del brexit, al igual que el voto a favor de la extrema derecha y los populismos euroescépticos en la UE, se concentra en los trabajadores y clases medias empobrecidas. Estos colectivos han visto empeorar sus condiciones económicas y laborales y tras años de recortes presupuestarios se ven obligados a competir con los inmigrantes por unos servicios públicos cada vez más reducidos en educación, sanidad, protección social y vivienda.

«Los ciudadanos no odian Europa, odian esta Europa, la forma en que se ha gestionado, con una política trastocada de austeridad que les destruye, que daña a la clase media», advierte el exprimer ministro italiano y expresidente de la Comisión Europea Romano Prodi. El triunfo del brexit y el auge de los populismos que «utilizan la inmigración de cabeza de turco» es una prueba más de que «el neoliberalismo económico ha ido demasiado lejos» en Gran Bretaña y la UE, subraya la profesora Vivien Schmidt, especialista en temas europeos de la Universidad de Boston. H