Pensaba Luisa Fernanda Rudi que este pleno, con dos puertos de montaña de primera categoría --miércoles y jueves-- y un descenso facilón y relajado --el de ayer viernes--, iba a resultar un nuevo triunfo para ella. Derramó el primer día con una arrancada en línea de meta; se limitó a conservar la distancia el jueves, y ayer, ya cuesta abajo, se estrelló en la última curva.

Le tocó a la diputada Yolanda Vallés hacer el papelón del siglo: defender el voto contrario a una de las propuestas que había hecho la mismísima presidenta del Gobierno. Los augurios no eran buenos, la popular tuvo que salirse de la sesión aquejada de mareos. Y mientras la tormenta crepitaba por el horizonte de La Aljafería en el hemiciclo se sucedían las votaciones de las propuestas de resolución.

¿Qué son las propuestas de resolución? Pues son acuerdos que adoptan las Cortes para que el Gobierno coja y los haga. Luego no se hace casi nada, entre otras cosas, porque algunas iniciativas son rechazadas. Otras deberían cumplirse porque afectan a los aragoneses, pero la realidad es que el Ejecutivo, este y los de antes, hace caso omiso. Es la triste realidad. De poco sirve insta al Pignatelli a que hago algo que no quiere. No hay control y el Debate del estado de la comunidad se queda en eso, un debate. Eterno, con los tiempos más dilatados que nunca --y eso que esta legislatura se estrenó un reloj que costó un potosí--, una suerte de rotonda en la que no hay salidas hacia ninguna dirección.

Así que el error garrafal del PP, desdecir a la presidenta --aunque ella estaba en el hemiciclo y votó en contra de sus propias medidas--, al final es solo eso un fallo. Siendo realistas, de nada hubiese servido aprobar las propuestas de resolución sobre el aforamiento. El Ejecutivo por sí mismo no puede cambiar eso; es necesario modificar el Estatuto y para ello se requiere un acuerdo amplio en las Cortes, luego llevarlo al Congreso y al Senado. No es algo que se haga de un día para otro.

La contradicción del PP es evidente y el fallo deja en muy mal lugar a la política, le resta credibilidad en un momento en el que lo que menos se necesita es precisamente eso. Al ciudadano que haya seguido el debate --de existir-- le quedará la sensación de que esto es un auténtico pitorreo. Que es posible decir una cosa un miércoles y negarla el viernes sin que pase nada. La presidenta Rudi tan recta y ordenada, tan de cumplir, quedó ayer muy mal retratada.

Pero el error de los populares entra dentro de la política ficción. El hecho más grave es que sin que todos los partidos se sienten a hablar podrán tomarse medidas de regeneración, no ya para reducir diputados, sino para algo más básico, para que el funcionamiento del Parlamento sea útil. Puede haber menos escaños y ningún aforado, pero si el sistema sigue siendo el mismo, el problema continuará estando ahí.