Fueron unos datos que hicieron pensar a los investigadores locales. En el 2006, un estudio realizado en varios orfanatos de Moscú para menores con problemas mentales desveló que sobre un total de 2.352 niños examinados, 186 padecían el denominado síndrome del alcoholismo fetal (SAF), un conjunto de problemas físicos, mentales y de crecimiento que puede presentar un bebé si la madre ha ingerido alcohol durante el embarazo.

La cifra obtenida equivale a un 7,9% de la muestra. Y aunque el dato no es, bajo ninguna circunstancia, extrapolable a la totalidad de Rusia, dadas las particulares características de la instituciones donde se realizó la investigación, sí se trata de un porcentaje «significativo», en palabras de Elena Varavíkova, especialista en adicciones del Instituto Federal para la Investigación de la Organización de la Salud y la Informática, dependiente del Gobierno ruso. El estudio citado y otros trabajos de campo realizados en la última década permiten entrever la amplitud de un problema que hasta la fecha no ha podido ser cuantificado en este país: la prevalencia entre los menores del SAF, considerado como una de las principales causas de retraso infantil.

Casi 300 familias aragonesas han adoptado niños en Rusia y otros países del Este de Europa durante los últimos 10 años, si bien las adopciones han caído mucho en los últimos cuatro y en el 2016 solo llegó un niño de la Federación Rusa y otro de Bulgaria.

En el 2011, la Organización Mundial de la Salud (OMS) concluyó que la Federación Rusa era el cuarto país del mundo con mayor consumo de alcohol per cápita -15,1 litros anuales- por detrás de Bielorrusia, Moldavia y Lituania.

«El SAF no es únicamente un problema de Rusia», insiste la especialista Varavíkova. «Trabajamos en la prevención, ya que no podemos determinar cuántas mujeres beben durante el embarazo, y cuántos niños tendrán SAF», continúa. Su labor consiste fundamentalmente en concienciar de los peligros del alcohol en el periodo de gestación, no solo a las mujeres sino también a los propios ginecólogos que las atienden, mediante apariciones en programas de televisión y campañas de concienciación.

RESPONSABILIDAD COMPARTIDA / «Es importate no culpabilizar a las mujeres, porque la pareja, la sociedad y la industria, con sus agresivas campañas publicitarias destinadas a la población femenina, también comparten la responsabilidad por el SAF», aclara Varavíkova.

A modo de ejemplo, en el 2011, en plena fiebre consumista en Rusia, con elevadas tasas de crecimiento del PIB, la destilería Deylos lanzó al mercado el vodka Damskaya (traducción aproximada del ruso: de las damas) embotellado en un sugerente recipiente que más bien se asemeja a una botella de perfume, con un eficaz reclamo publicitario: entre nosotras, las mujeres. Era un intento de romper la imagen de virilidad que acompaña a la bebida alcohólica de mayor consumo en Rusia.

Tras examinar a un grupo de féminas en edad reproductiva y preguntarles acerca de su conocimiento de los efectos del alcohol durante la gestación, la investigadora Tatyana Balachova determinó que un 40% de las mujeres consultadas creía que su consumo era aceptable o no estaban seguras de ello. Un 34% había oído hablar del SAF, pero solo un 8% tenía un conocimiento adecuado del síndrome.

ALCOHOL Y ANTICONCEPTIVOS / Uno de los objetivos del equipo de Varavíkova consiste en concienciar a las mujeres en edad fértil de que no deben ingerir alcohol si no toman anticonceptivos, ya que existe un periodo en el que las bebidas ingeridas ya están afectando al feto aunque la mujer desconoce hallarse en estado de gestación. «Las mujeres deben elegir entre beber o permanecer en situación de concebir», aconseja. Sin embargo, este mensaje que intenta transmitir su organización a la población está topando con la «resistencia» de la Iglesia ortodoxa y los grupos religiosos, opuestos al uso de la píldora.

El problema se acrecienta en las instituciones estatales rusas de acogida a menores, que trabajan completamente a ciegas pese a tener a su cargo niños que podrían estar afectados por el SAF y que requieren un tratamiento especial, tanto en la dieta como en el ámbito psicológico. «No tenemos estadísticas sobre la prevalencia del síndrome en los orfanatos; allí no hay especialistas que conozcan la enfermedad o psicólogos del comportamiento capaces de realizar un diagnóstico adecuado», se lamenta Varavíkova.