Pedro Sánchez perdió ayer fuerza ante la cruenta batalla interna que librará el PSOE. El batacazo en Galicia y Euskadi, dos territorios controlados por dirigentes afines al secretario general, concede nuevos argumentos a quienes reclaman un cambio en el liderazgo. La semana que ahora empieza será clave en la guerra orgánica y los críticos dan por hecho que el líder no se irá por su propio pie.

Todas las encuestas vaticinaban un serio descalabro del PSOE, pero los sondeos habían infravalorado en las últimas convocatorias al partido, y la dirección socialista confiaba en que el resultado sería mejor de lo esperado. Pero, al final, otro mal resultado sin precedentes en la historia del PSOE.

«¿Cómo se puede intentar gobernar en España después de esto?», se preguntó un importante dirigente del sector crítico, aludiendo al anuncio de Sánchez de que retomará los contactos con Podemos y Ciudadanos para conformar una mayoría alternativa al PP. La empresa se prefiguraba difícil debido a los vetos cruzados de las fuerzas emergentes, pero ahora lo es todavía más, con los socialistas centrados en su pugna interna.

La cuestión que les enfrenta ya no es tanto la conveniencia o no de abstenerse en una nueva investidura de Mariano Rajoy como la misma figura de Sánchez, quien hoy reunirá a la comisión permanente del partido. Se trata de un organismo cuyos integrantes son en su mayoría afines al secretario general, pero la semana irá subiendo en intensidad hasta el comité federal del sábado, que se anticipa explosivo y puede acabar con la convocatoria de un congreso relámpago, diseñado por Sánchez para permanecer en un puesto para el que tiene menos fuelle tras la severa derrota en Galicia y Euskadi. «Los resultados son negativos», señaló el secretario de Organización, César Luena. No admitió preguntas.