--¿Qué ha cambiado desde marzo para que usted haya cambiado de opinión?

--Bueno, no es que haya cambiado nada. Como en marzo, es un tema complejo y judicializado. Avanzar desde la razón y la tranquilidad es difícil, y más en Cataluña en estos momentos. El Gobierno de Aragón ha hecho un esfuerzo y nosotros también. Se ha intentado encontrar una solución, adelantarnos a una sentencia; se ha intentado, y se ha avanzado muchísimo. El resultado es que hay un primer acuerdo. Lo que pasa es que se han producido razones de inoportunidad política que no nos han permitido cerrar el asunto.

--¿Se precipitaron al anunciar que volverían las 53 obras?

--Manifestamos un propósito político. Creíamos que era viable. Era la dirección a seguir. Eso acabará así, seguimos pensando que la vía del diálogo y de la política es la mejor.

--¿Ha sido una disputa política entre los socios de la Generalitat o un problema territorial?

--Las dos variables han influido. Existe una gran sensibilidad territorial, con recelos muy importantes. Pero es algo más político e institucional que real. Tengo la sensación de que el ciudadano quiere que resolvamos este conflicto con serenidad. Era inminente que el acuerdo saliera adelante porque estamos hablando de unos objetos que no están ni expuestos. Y tenemos la responsabilidad de ponerlos al alcance del público. No ha sido posible rematarlo por cuestiones territoriales y políticas.

--¿Ha podido influir la cercanía de las nuevas elecciones en la decisión final?

--No ayuda. Seguro que no. Altera la sensibilidad territorial que está muy a flor de piel en Cataluña sobre todo en los sectores más radicales. Sin duda estas elecciones han sido inoportunas.

--¿Significa que se cierra la puerta a una solución dialogada y pactada al conflicto?

--No, yo creo que este es el camino. Yo quiero reconocer el esfuerzo de Aragón. Quieren establecer un marco positivo. Hemos heredado un conflicto, que no hemos generado nosotros, y no hemos sido capaces de resolverlo. Somos dos equipos nuevos, y quizás ha influido el exceso de optimismo. Hay posiciones muy enconadas y no es fácil romperlas en Cataluña.

--No deja de ser un fracaso de la política, ¿no?

--Es un pequeño fracaso y un revés.

--La oposición en Aragón dice que ha sido una tomadura de pelo.

--La oposición forma parte del problema. Todos somos responsables de este conflicto. Y debemos ser humildes. Esta situación viene heredada, no es de esta legislatura, también es responsabilidad de los que gobernaron antes, y que ahora están en la oposición y no fueron capaces de encontrar ninguna salida. Hemos defendido una posición intermedia. Era un primer paso y de momento no se ha podido avanzar.

--¿El convenio no era explicable en Lérida?

--El convenio no afectaba a Lérida. Ha sido una de las paradojas. Debemos hacer autocrítica en Cataluña porque son tiempos de radicalismos. La CUP presentó una moción contra el acuerdo que estaba en las antípodas del sentido común. Los partidos convencionales y previsibles debemos tomar nota. Si nos dejamos influir por radicalismos nunca solucionaremos este conflicto.

--¿El convenio acordado por las partes sigue siendo válido para el futuro?

--El trabajo se ha hecho y se ha trazado correctamente. Debemos estar atentos y buscar nuevas oportunidades. No doy por resuelto este conflicto, desde luego. Pero no hay que olvidar que estaba cronificado. Se han dedicado dos meses a solucionarlo y no se ha perdido el tiempo. El tema está sobre la mesa. Hay que seguir trabajando. La situación es injusta. Tengo un compromiso adquirido y no vamos a cesar. No se puede cerrar ninguna puerta.

--¿Acatará Cataluña las sentencias judiciales?

--Sin duda. Cuando haya resoluciones cumpliremos y respetaremos la ley como debe ser. El conflicto se basa en una discrepancia de criterio sobre la propiedad. Queremos que el juez diga a quién pertenecen las obras, pero es evidente que cualquier ciudadano dirá que se deben administrar con criterio.

--¿Y le parece un criterio lógico que esas obras estén en un sótano, en cajas, y aún así no sean devueltas?

--Es un despropósito. Se debe resolver. Y no cesaremos hasta conseguirlo. Es una idea ilustrada, de puro sentido común. Y lo lamento profundamente porque no es explicable. No es justificable.

--La sensación en Aragón es la de engaño, ¿usted cómo lo ve?

--No, nadie mínimamente sereno y conocedor de la negociación puede pensar eso. Engaño supone mala intención. Ha habido un punto de precipitación porque son temas muy difíciles desde el punto de vista político, pero el convenio era solvente y viable. En Cataluña tenemos sentimientos muy a flor de piel que han estresado la política; la política está muy atenazada por radicalismos.

--¿Renuncia al convenio?

--No renuncio al convenio porque es lo más razonable. Las obras están en el depósito, en cajas: es algo que clama al cielo. Es una prueba de buena voluntad. Espero que vayamos entrando en el cauce de la razón. Sin duda las elecciones han sido una mala suerte. No hemos sido capaces de convencer a los socios (ERC) ni al territorio. En Cataluña, no son buenos tiempos para la razón.

--Después de todo lo que ha pasado, y siendo sincero, ¿usted ve posible que se solucione algún día este conflicto?

--Hemos empezado por el tema más complicado. Debemos ser capaces y audaces para encontrar una agenda de complicidad que nos permita avanzar. Tan rápido como nos saquemos de encima este clima electoral, esto hay que sacarlo ya. Es un compromiso con la razón. Hemos tropezado, pero bueno, seguimos. El Gobierno de Aragón no ha actuado desde el tacticismo. Nosotros tampoco. Hemos avanzado con lealtad. No ha habido cosas bajas. A la hora de rematar, en el Gobierno de coalición hubo dudas y en el territorio, recelos.

--El plante del Gobierno catalán no ayuda a normalizar las relaciones con Aragón.

--A veces los temas salen bien y otras no. Este es un Ejecutivo con un plan de trabajo y no siempre todo resulta. Nuestra obligación es intentarlo. Hay que seguir. Yo vengo de madre aragonesa y soy tozudo.