Las cuentas públicas aragonesas han recibido una de cal y una de arena en las últimas horas. Mientras las inversiones para Aragón previstas en los presupuestos generales del Estado del 2015 son más bien escasas, la comunidad ha sido capaz de enderezar el rumbo con el déficit y presenta una cuenta más aseada de lo esperado en el cierre de julio. Respecto de los presupuestos, produce desazón que la presidenta Luisa Fernanda Rudi se conforme con unas cifras mejorables, al crecer las partidas regionalizadas por debajo de la media y representar en la práctica el abandono de proyectos largamente demandados. La obediencia debida por la pertenencia a un partido político no conlleva conformarse con lo primero. En cuanto a la buena noticia del déficit, limitado al 0,81% del PIB por el plan de choque puesto en marcha desde la llegada del consejero Javier Campoy a la cartera de Hacienda, conviene celebrarla sin echar las campanas al vuelo. Sobre todo porque para no pasar del 1% autorizado a finales del año el Ejecutivo va a tener que cerrar caja y diferir el pago de facturas a proveedores. La contención del gasto público no habría de recaer en terceros, sino en la profundización de aquellas medidas de eficiencia y ahorro interno que se ha impuesto la Administración autonómica tras el varapalo que supuso el desvío en las cuentas del año pasado.