Resulta todavía prematuro efectuar un balance de los daños causados por la riada de abril, la tercera de magnitud considerable en un lustro de un episodio que, lamentan los vecinos de la ribera, «se repite cada vez con más frecuencia». Aun así, la energía con la que el agua arranca cuanto encuentra a su paso es visible en los puntos calientes en toda riada: Novillas, Pradilla, Boquiñeni, Cabañas... con el agravante de que cada vez son más grandes los daños que padecen los municipios aguas abajo de Zaragoza, en especial Pina y Ebro.

Marlon todavía limpia el último barro de la granja de Remolinos donde 1.200 vacas sufren los avatares de la riada. Uno de los propietarios, Carlos Muñoz, lleva 20 horas diarias trabajando junto a otros operarios para que la granja pueda retomar su actividad habitual. Y esta empieza a atisbarse, ya que se vuelve a ordeñar y los animales mantienen un aspecto satisfactorio y saludable.

«Alguna vaca ha sufrido mastitis, y también da ahora menos leche por el estrés de la riada, pero se van a recuperar», indica Muñoz, resignado por un nuevo episodio que comienza a ser habitual. Los efectos de la crecida son notorios en las instalaciones, aunque estas ya vuelven a funcionar con normalidad tras pasar varios días de preocupación. Las vacas, ajenas, pastan ya tranquilas y con normalidad y la línea de ordeño funciona. A unos metros, una retroexcavadora desbroza y aplana un camino que da al río.

Las motas, a priori, parecen haber aguantado bien en este primer tramo aragonés del Ebro. Abraham está en su huerto de Boquiñeni, y aunque admite que se han hecho obras, sigue lamentándose de que «políticos y técnicos digan lo que hay que hacer desde un despacho, cuando bastaría con aplicar el sentido común». Este veterano agricultor insiste en que bastaría con poder extraer parte de la grava y otros sedimentos que arrastra el río. «Aquí nadie habla de gravar, pero sí de tener el río en unas condiciones dignas. Si no, cada año que pasa es peor. Hay mucho ecologista de ciudad, pero los verdaderos ecologistas somos los que llevamos años conviviendo con el río y el campo, y somos los primeros interesados en que el ciclo de la naturaleza funcione». Y añade: «se invierten millonadas, pero muchas no sirven para nada».

En Boquiñeni han vuelto a perder parte de la cosecha. Confían en que el seguro compense las pérdidas, y se congratulan de que el núcleo haya vuelto a salir indemne del peligro. En Pradilla se comprueba cómo se elevó un poco más la mota, y cómo ha funcionado en parte el desbrocen un tramo cercano al río, lo que ha permitido que los daños sean menores.

En Fuentes de Ebro o Quinto el nivel del agua todavía no ha bajado. Los agricultores temen que el daño sea para la cosecha que esperaban y para la del segundo ciclo, la que esperaban plantar. No se atreven aún a hablar de daños. Pero también están cansados. De momento, esperan a que el río vuelva a su cauce habitual.