El ambiente que transmite este congreso del PSOE es muy distinto al de Sevilla de hace dos años y medio, cuando el partido salió dividido, con las federaciones volcadas en su apoyo a Alfredo Pérez Rubalcaba o Carme Chacón. Aquella fue una cita traumática, cuyos efectos tienen mucho que ver con las tensiones que han sufrido los socialistas en los últimos tiempos. Nadie quiere que se repitan. "Al salir de aquel congreso muchos pensamos que había sido fallido. Ahora no se ve la misma tensión", señaló ayer, en la primera de las dos jornadas del cónclave, un importante dirigente andaluz. Sin embargo, pese al cierre de filas con el nuevo secretario general, Pedro Sánchez, que venció por un holgado margen a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, los socialistas no rezuman un gran entusiasmo.

Los motivos son variados. El primero es evidente: el PSOE descubre en cada convocatoria electoral que no tiene un suelo de votos, y en la última, las europeas del 25 de mayo, solo cosechó el 23% de los apoyos. Por otro lado, Sánchez, pese a contar con una legitimidad de la que carecían sus antecesores (ha sido votado por los militantes), sigue siendo un desconocido. Muchos cargos, aunque le hayan apoyado, entonan un "veremos" cuando se les pregunta por su liderazgo. Y por último, este congreso, que acabará hoy con el discurso del nuevo secretario general, no se ha llevado a cabo la integración prometida. O al menos no a ojos de los equipos de Madina y Pérez Tapias, cuyos resultados en la consulta a los afiliados del pasado 13 de julio suman, juntos, más de la mitad del total de las papeletas.

La composición de la ejecutiva, de la que ayer todavía quedaba algún fleco por cerrar, se ha llevado a cabo observando estrictos criterios territoriales, pactando con los distintos aparatos. "Tiene que ser así. La consulta a las bases ya ha quedado atrás", señalan los colaboradores de Sánchez. Los entornos de sus dos excontrincantes, en cambio, sostienen que la nueva dirección no se ajusta al parecer emitido por las bases con sus votos y que el secretario general no ha hablado con ellos para que le propusieran nombres. Habrá en la ejecutiva dos personas que apoyaron a Madina: la catalana Meritxell Batet y el madrileño Manuel de la Rocha. Pero los colaboradores del vasco entienden que están ahí por simples "cuotas territoriales". Aun así, no quieren visualizar ese malestar durante la votación de la ejecutiva, que se llevará a cabo hoy y contará con un respaldo mayoritario.

SIETE BARONES El PSOE se receta unidad. De ahí que el órgano de dirección vaya a contar con una inusitada presencia de barones. Serán siete: el manchego Emiliano García-Page, el valenciano Ximo Puig, el madrileño Tomás Gómez, el gallego José Ramón Gómez Besteiro, la balear Francina Armengol, el canario José Miguel Pérez y la andaluza Susana Díaz, que es la dirigente más poderosa del partido, la máxima artífice del triunfo de Sánchez y, a partir de ahora, la principal responsable de las políticas territoriales del partido, ya que será la presidenta del consejo político federal. Díaz también ha colocado a su coterráneo Antonio Pradas, de su máxima confianza, como secretario de Política Federal.

Andalucía manda mucho en el nuevo PSOE, donde también el PSC ha ampliado sus cuotas de poder. Los socialistas catalanes, que en la anterior ejecutiva solo tenían dos vocales, dispondrán esta vez de dos secretarías: la de Batet y la de Relaciones Internacionales, que ocupará Carme Chacón. También estará su antiguo líder, Pere Navarro, como vocal. "Ese es un signo muy positivo --argumentó un diputado del PSC--. Para poder influir, tenemos que implicarnos más en el funcionamiento del PSOE, en lugar de acudir a la ejecutiva como meros observadores".

"Hoy no empieza todo --dijo Sánchez en un breve discurso en el que repitió las ideas más importantes de su campaña--. Pero es verdad que empiezan muchas cosas".