Apenas el 2% de los bebés que nacen cada año en Aragón no se vacuna. La comunidad, pues, dispone de uno de los porcentajes más altos del país en cuanto a cobertura de la vacunación contra la difteria, que mantiene en la UCI a un niño de 6 años en Cataluña en el primer caso detectado en España desde 1986. Esta tasa es superior al 98% en primovacunación --las tres dosis suministradas en el primer año de vida--, cuando en Cataluña apenas alcanza el 88% y la media nacional es de 95,6%; y del 95% en sucesivas dosis (89% en el resto de España).

Actualmente, el antídoto contra la difteria se administra a los 2, 4 y 6 meses de vida, como primovacunación, combinada con otras vacunas tétanos, tos ferina, haemophilus influenzae, poliomielitis y hepatitis B). Posteriormente, se administra una dosis de recuerdo a los 18 meses de edad, un segundo a los 6 años y otro a los 14.

La vacunación frente a difteria se emplea desde la década de 1920 con gran éxito. En España se incorpora a los primeros calendarios de vacunación infantil, en 1965. Previamente se administraba en forma de campañas de vacunación, que, según Salud Pública, es "extraordinariamente efectiva". Prueba de ello es que durante décadas no ha habido casos de difteria en nuestro medio. Si en España no los había desde hace casi 30 años, los últimos seis casos de difteria en Aragón se detectaron entre 1971 y 1979, aunque las autoridades sanitarias advierten de que "siempre existe la posibilidad de la reintroducción de esta enfermedad desde zonas donde, lamentablemente, sigue estando presente".

La difteria es una enfermedad infecciosa producida por el bacilo Corynebacterium diphtheriae (bacilo de Klebs-Löffler) que se da en la laringe, amígdalas, garganta, miocardio, fibras nerviosas y piel y se transmite por vía respiratoria por las secreciones de nariz, sudor y lágrimas de las personas infectadas. Ataca principalmente a niños menores de 5 años y adultos mayores de 60. Cuando la bacteria crece libera toxinas que van al torrente sanguíneo, lo cual puede provocar lesiones en el corazón, riñones y sistema nervioso. "El caso ocurrido recientemente en Cataluña sirve de recordatorio sobre la necesidad de que los niños más pequeños reciban su pauta de vacunación y del peligro que supone rechazar determinadas vacunas", apuntaron fuentes del Departamento de Sanidad del Gobierno de Aragón, que, en este sentido, subrayaron que "esta situación no supone un aumento de riesgo en personas que han sido vacunadas".

VUELVE EL DEBATE

El caso detectado en Cataluña ha reabierto el debate sobre la conveniencia o no de hacer obligatoria la vacunación. El calendario oficial es voluntario, aunque las autoridades sanitarias aragonesas recomiendan "encarecidamente" su cumplimiento. Incluso, ante determinadas situaciones, Sanidad podría indicar la obligatoriedad de vacunarse, en función de lo recogido en la Ley de Medidas Especiales de Salud Pública, pero aún no ha sido necesario recurrir a esta legislación. "La mayoría de las familias cumplen con la recomendación de Salud Pública y de las indicaciones de sus pediatras y acceden a que se administren estas vacunas", exponen desde la DGA.

"El desconocimiento es lo que favorece el rechazo a las vacunas. Ninguna es obligatoria en España salvo que lo establezca un juez por riesgo de Salud Pública", explicó Nuria García, presidenta de la Sociedad Aragonesa de Pediatría.

En todo caso, un 2% de los padres considera que las vacunas son un riesgo y renuncian a ella, pero los expertos advierten de que el principal riesgo es no aceptar el antídoto. "No soy partidario de la obligatoriedad porque me he acostumbrado a vivir sin ella", expuso Carlos Rodrigo, vicepresidente de la Asociación Española de Vacunología.

En todo caso, impulsores de la libertad de vacunación piden un debate sobre su pertinencia. El doctor Juan Manuel Marín Olmos, fundador del European Forum for Vaccine Vigilance (EFVV), un grupo de expertos europeos que recoge los efectos secundarios de las vacunas, considera que no todas son pertinentes y que se debe abrir un gran debate sobre ellas.

El doctor, colaborador científico de la Liga para la libertad de Vacunación, explicó que la higiene, el desarrollo económico y a la mejora de las condiciones de vida, más alimentos, vivienda, ropa, calefacción, potabilización de aguas, recogida de basuras, o red de cloacas han propiciado una mejora sanitaria, "pero ha arraigado la idea de que todo se debe a las vacunas" y defiende que se debería hacer un uso más racional de las vacunas, porque dar unas 40 entre el nacimiento y la adolescencia, 30 de ellas en los primeros 18 meses de vida, "no parece muy racional".