Fue una manifestación como las de antes, como las que casi no se recuerdan. La nueva reforma laboral, aprobada por el Gobierno del PP, empujó ayer a las calles a miles de aragoneses que parecen haber agotado sus reservas de paciencia. Más allá de las cifras --los sindicatos las elevaron a más de 50.000, mientras que la delegación del Gobierno las situó en unas 12.000 personas-- los participantes en la marcha de Zaragoza--, la protesta de ayer escenificó un salto cuantitativo, por la multitudinaria asistencia, y cualitativo, por el hartazgo de jóvenes, parados y trabajadores que se sienten los únicos paganos de una crisis que parece no tener fin. "Se puede y se debe hacer lo que haga falta para no morir de rabia", comentaba Soledad, de 61 años, que junto a Paqui --de 44 años y que encadena más de 30 contratos eventuales en los últimos once años-- encarnaban la viva imagen del inconformismo.

La manifestación de ayer en Zaragoza, más allá de quiénes fueran los convocantes (UGT y CCOO), pareció traducirse en un "hasta aquí hemos llegado", aunque algunos incluso dudaban de la efectividad de la presión social. "Quizá no sirva de nada, pero hay que salir, hay que hacer algo", aseguraba Yolanda, de 35 años que se preguntaba: "¿Quién no tiene a alguien en su entorno que lo esté pasando mal?", a lo que añadía indignada: "Si la gente no se mueve con esta reforma tendremos lo que nos merecemos".

BULLICIO EN MARÍA AGUSTÍN Y todo esto ocurría entre la plaza Basilio Paraíso y la sede del Gobierno de Aragón, un trayecto que se llenó por completo, ya que mientras la cabecera de la manifestación llegaba a la DGA todavía había gente en el Paraninfo de la Universidad. El lema elegido en esta ocasión era No a la reforma laboral injusta, ineficaz e inútil, pero no faltaron otros durante la marcha, tales como Si esto no se arregla, guerra, guerra, guerra", No es una crisis, es una estafa, Reforma laboral, chollo patronal o Esta reforma la vamos a tumbar.

Un cambio normativo que parece haber tocado la fibra sensible de los ciudadanos y que ha frenado, en parte, el miedo y la pasividad instalados en la sociedad desde el comienzo del crash económico. Sin embargo, las dudas flotaban en el ambiente. "La gente tiene mucho miedo a perder su empleo y el miedo puede frenar las posibilidades de hacer una huelga general", apuntaba Roberto, de 40 años. "Pero si sigue el Gobierno por este camino no nos quedará otro remedio", añadía.

Cada uno de los miles de zaragozanos que acudieron a la protesta tenían sus razones para estar ahí, estuvieran o no relacionadas directamente con la reforma laboral. El paro, la falta de crédito, la precariedad laboral, el incremento de los impuestos, los expedientes de regulación de empleo y los despidos, las inversiones fallidas en productos financieros, la situación de la Universidad y del sector público (sanidad y educación), las ayudas a la banca, el éxodo por la falta de expectativas laborales. Y un largo etcétera que parecía interminable a juzgar por las conversaciones de los asistentes.

EL CAMINO A SEGUIR Ana, de 20 años y estudiante de danza, y Roberto, también de 20 y que quiere trabajar algún día de cocinero, decían estar cansados de la situación económica y de ver a amigos suyos trabajando sin contrato, por lo que no descartaban buscar trabajo fuera de España. "Esto es una locura", decía mientras perdía su mirada en la nutrida manifestación que tuvo a favor la soleada mañana de domingo.

En cualquier caso, la reforma laboral parece suponer una vuelta de tuerca más que ya ha sido apretada en demasiadas ocasiones, tanto por el anterior como por el actual Gobierno. La de ayer fue una manifestación multitudinaria, con mucha más gente que en anteriores ocasiones y que, como en el resto de España, muestra que la reforma laboral puede suponer un punto de inflexión en mitad de una crisis eterna. O no. La retina de muchos conservaban intactas las imágenes de Grecia de los últimos días, otros recordaban la quiebra de Islandia. Y la pregunta que se hacía Soledad era: ¿Qué camino hemos elegido?