Fernando es solo uno de los conserjes --"somos oficiales de mantenimiento de colegios públicos", matiza-- que residen en el interior de uno de los 23 centros educativos de Zaragoza con residencia para ellos. Tiene, como las demás, "unos 60 metros cuadrados" y su día a día no es el de un ciudadano más en su domicilio. "Vivimos con 400 vecinos ruidosos", remarca, para recordar que habitar en este espacio no es un chollo por más que ahora se les señale porque la luz o el agua les salga gratis. "Quien acepta vivir aquí es porque no puede pagarse una casa", subraya.

Su causa es la de todos sus compañeros: reivindicar que su labor "significa más seguridad y también ahorro". Porque solo con su presencia, por ejemplo, "disuade a los chavales de saltar la valla los fines de semana para usar las pistas deportivas o, una vez dentro, quizá colarse en el colegio". O también que "cuando salta la alarma a las dos de la madrugada, pueda estar resuelto el problema en 20 minutos, lo que tarda en llegar la Policía Local y cerciorarnos de que todo está en orden, y no hora y media como en otros centros pasa, porque tienen que ir a buscar al conserje a casa y vive lejos".

Son detalles que exceden su horario laboral. "Como cuando llaman unos padres un sábado porque su hijo se ha dejado la mochila, o un domingo a las diez de la mañana porque se olvidó las gafas o los apuntes para un examen que tiene el lunes". Son cosas que pasan y que forman parte de su rutina. Él entra a trabajar a las ocho de la mañana pero "muchos días me despierto cuando llegan los de la limpieza, que empiezan a las seis". O sus respiros a mediodía deben convivir "con la sirena del cambio de clase".

Quizá, admite, su día a día pase inadvertido para mucha gente, pero él también echa en falta "por ejemplo tener intimidad, porque hasta para tender la ropa hay que tener cuidado, no solo te ve el vecino de enfrente en el patio de luces". "Eso no tiene precio y se valora cuando no se tiene", añade.

No entiende esta obsesión por su "desahucio". "Igual tenemos que llamar a Pablo Híjar para que lo pare", bromea. Para él, esto es "como si el Ejército criticara a los militares por vivir en el cuartel o les hiciera pagar por la habitación".

Agradece el "apoyo recibido de los equipos directivos de los centros y las asociaciones de padres" y confía en que la emergencia habitacional no le llegue a él en el 2019.