Resulta inexplicable que hoy, 23 de abril, Día de Aragón, tenga que escribir estas palabras para reivindicar Aragón. No tendría que ser así, no debería, pero así es. Cuando tenía once y doce años el 23 de abril salíamos a la calle miles y miles de aragoneses a exigir autonomía plena y lo hacíamos porque queríamos planear nuestro futuro, cuidar de nuestros pueblos, de nuestros agricultores, de los ganaderos, del agua, de nuestras ciudades, de nuestra sanidad, de la educación... Teníamos un plan: se llamaba Aragón. Luego vinieron gobiernos que hicieron que ese Aragón se fuera descafeinando: sólo importaba lo que Madrid decía y desde Madrid, Aragón fue desterrándose dentro de sus propias fronteras y treinta y cinco años después seguimos reivindicando lo mismo, pero lo hacemos con más vergüenza, porque esos gobernantes nos hicieron creer que eso de ser aragonesista era algo antiguo, raído y casposo. Pero no tenían ni tienen razón. Ser aragonesista y de izquierdas es futuro y libertad; es compromiso y valor; es lealtad y coherencia. Es vanguardia.

En estos tiempos en lo que lo superfluo triunfa, en los que la política se construye con palabras vacías, con eslóganes baratos, con un eco ensordecedor de medias verdades, con extorsiones y corrupción, reivindico más que nunca Aragón, porque de niña me enseñaron que mi piel tiene el olor de un país, mis ojos la textura de un paisaje y mis palabras el sueño de lo alcanzable, y que las modas, en ocasiones y por ser solo eso y no tener donde agarrarse, dejan tras de sí la más amarga de las resacas.

Un amigo, un buen amigo, cuando le pedí que escribiera un pequeño manifiesto para un gran país me escribió esto: "en este tiempo de incertidumbre, por encima del ruido ensordecedor que pretende confundirnos, nosotros tenemos un plan. Con las palabras con las que nuestras madres nos enseñaron a nombrar el mundo, las palabras de encontrarnos, las palabras que guardan el calor de la esperanza, con esas mismas palabras, nos comprometemos a trabajar cada día por ti, Aragón, en los talleres, en las aulas en las fábricas, en los campos, en los despachos, en los hospitales, en las oficinas, en los laboratorios, en las ciudades y en los pueblos, en las montañas, en los valles, en la tierra baja, en los somontanos y en las estepas".

A veces me sorprendo enseñando mi rabia ante lo que no tiene respuesta, ante el desprecio con el que nos hemos tratado por intentar ser respetuosos y acabar siendo sumisos. Aragón, despierta, que no te duerman otra vez con cuentos de hadas, ni con palabras baratas. Que no te vendan a saldo. Que no te compre quien no te ama. Que tu alma es mi agua, mi historia, mi identidad, mis lecturas, mis olivares, mis tierras baldías. Tus heridas son las mías y juntas avanzaremos. Si Aragón eres tú: somos todos.