A sus 52 años recién cumplidos, Teresa Camín asegura que se siente "estupendamente". Su vitalidad es latente. Es una mujer feliz, viva. Nadie adivinaría su historial médico. "Tenía hipertensión arterial detectada, pero todo lo que me dijeron después fue una sorpresa absoluta", dice. Y es que esta zaragozana se considera una "superviviente" tras someterse a un trasplante conjunto de hígado y riñones. "Doy gracias cada día", señala.

Las "constantes" molestias en el abdomen llevaron a Teresa varias veces al médico. Después, un cólico fue el primer síntoma de una enfermedad que, hasta la fecha, desconocía. "Me dijeron que tenía poliquístosis hepatorenal, que supone muchos quistes en ambos riñones y en el hígado. Y también me comentaron que era una enfermedad genética, por lo que mi hija también la tiene. Yo seguí trabajando, sometiéndome a revisiones periódicas, pero llegó un momento en el que todo fue a peor. Un día llegué a casa llorando porque no podía más y en el 2009 tuve que coger la baja", recuerda.

Como consecuencia de la situación, el hígado de Camín aumentó "muchísimo" de tamaño. "El abdomen se me veía abultadísimo, parecía que estaba constantemente embarazada. Me oprimía al resto de órganos y los riñones me dejaban de funcionar. Me detectaron también una insuficiencia renal crónica", relata.

Tras siete meses en lista de espera, Teresa fue trasplantada "a la vez" de los riñones y del hígado el 2 de marzo del 2011. "Ese día siento que volví a nacer. Desde entonces, cada año celebró dos cumpleaños", dice. Tampoco se olvida "ni un solo día" de su donante. "No lo conozco, pero para mí es lo más grande. Le debo todo y lo peor es no poder darle las gracias. No hay un solo minuto en que no lo tenga presente", asegura Camín, quien reclama iniciativas que fomenten la donación. "Aragón es una comunidad muy solidaria. Cuantas más gente haya, más vidas se salvarán", reclama.