Desde su puesta en marcha en 1979, la central de carbón de Endesa es uno de los principales centros de producción de energía eléctrica con que cuenta España. Su potencia, de 1.050 megavatios (MW), se sitúa al nivel de una central nuclear, aunque su producción ha ido disminuyendo en los últimos años por la retirada de los incentivos públicos que primaban su funcionamiento, la caída general del consumo de luz y la intensa competencia entre las diferentes tecnologías de producción eléctrica (en especial, las renovables, que tienen prioridad).

Esta gran instalación es un símbolo industrial de Aragón. Sus tres torres de refrigeración y la emblemática chimenea, que con 343 metros de altura es una de las edificaciones más altas de España, forma parte del imaginario colectivo. Cuando inició su actividad Endesa tenía en plantilla 450 trabajadores. Este número se ha reducido hasta los 162 que hay actualmente, después del recorte de 42 empleos el pasado año a través de un ERE pactado con el comité. En la central trabajan otros 210 personas en diferentes contratas (principalmente en las de mantenimiento transporte y seguridad) y otros 200 puestos dependen de esta instalación en las minas de Ariño y Estercuel. Por todo ello, sigue siendo el pilar fundamental de la economía y el empleo de la zona, que a día de hoy carece de alternativas industriales, más aún si se tiene en cuenta el nivel salarial del empleo ligado al carbón. El cierre sería por tanto un cataclismo para todo el Bajo Aragón histórico.

La inversión que no llega

El futuro de este centro pende de un hilo desde hace años. Para su continuidad es imprescindible la inversión de 230 millones de euros, que es la cifra que se estima que costarían las obras de desnitrificación de la térmica que exige la normativa medioambiental europea para que pueda seguir operando a partir del 2020. Endesa espera recibir un incentivo público de 90 millones para acometer esta reforma, pero este programa de ayudas no salió adelante por el rechazo de Bruselas.

Según datos de la compañía, la planta cerró el 2016 con una producción de 3.300 gigavatios hora (GWh), poco más del 50% de su capacidad y lejos de picos de producción como el de 2011 cuando alcanzó los 6.260 GWh, con la planta prácticamente al cien por cien. En los años en los que funcionó a pleno rendimiento, la quema de carbón autóctono era de tres millones de toneladas, como en el año 2011.

La térmica andorrana ha sido objeto de inversiones millonarias a lo largo de sus más de 30 años de historia. En la década de los 90 fueron especialmente relevantes los 180 millones que Endesa de- sembolsó para la desulfuración de la instalación. Entre el 2006 y 2012, la compañía ha inyectado otros 180 millones en distintas mejoras técnicas y operativas.

La central de Endesa es propiedad de Enel desde el 2008 cuando el grupo italiano completó la compra de acciones.

La trayectoria de este complejo está ligada también a las fuertes críticas de los grupos ecologistas, que históricamente han demandado su cierre por ser altamente contaminante.