Unas características peñas de roca caliza coronan la sierra de Santo Domingo, una zona montañosa frecuentada desde siempre por cazadores y ganaderos. Situada en el Prepirineo, sus cumbres no superan los 1.500 metros, pero la nieve aparece en ellas cada invierno. En sus prados pastan vacas y ovejas, y sus intrincados bosques, ahora en proceso de aclareo, son el refugio de jabalís, ciervos, zorros y otras especies.

Su riqueza micológica es también notable, al igual que la variedad de sus flores e insectos. Y los pueblos que la flanquean, Biel, Luesia y Longás, destacan por su arquitectura rural, formando un armónico conjunto que atrae a los amantes de la vida natural. Ahora, con el ascenso a paisaje protegido será preciso mejorar las carreteras y la señalización de los senderos que atraviesan la sierra en todos los sentidos.