Si a Fidel Castro se le hubiera presentado la oportunidad de conversar unos breves instantes con Dios, seguro que le convencía de que aceptara al diablo en el paraíso. Este fue el carismático hombre, cautivador como pocos, maestro en las tribunas, el comandante en jefe, el líder eterno de la Revolución cubana, que falleció el viernes por la noche (22.29 hora local) a los 90 años y el mismo día -el 25 de noviembre- que 60 años atrás, en 1956, saliera de Tuxpan, México, a bordo del yate Granma con 82 expedicionarios para enfrentar desde las lomas de Sierra Maestra a Fulgencio Batista.

Su personalidad no daba lugar a medias tintas; es decir, o se le amaba hasta las últimas consecuencias o se le odiaba a más no poder. Por ello, y por la terquedad y voluntarismo que aplicó en esta isla -donde no se movía una hoja sin su consentimiento-su liderazgo va a dejar un vacío difícil de llenar, un vacío que su hermano, el presidente Raúl, no puede ni quiere ocupar. Tanto es así, que ya antes del deceso había anunciado que dejará sus cargos al frente de la nación en el 2018.

Hasta que dejó la vara de mando, el 80% de la población cubana no había conocido como presidente más que a Fidel Castro, que lo abarcaba todo: secretario general del gobernante y único Partido Comunista, comandante en jefe y presidente de los consejos de Estado y de Ministros. En esencia era porque no dejaba sitio a nadie más, ni siquiera a kilómetros de distancia.

El Gobierno ha decretado nueve días de duelo nacional, que empezaron ayer, sábado, y harán posible que la ciudadanía le rinda honores en el monumento a José Martí, ubicado frente a la tribuna de buena parte de sus más memorables discursos. Actos de homenaje que se reproducirán por toda la isla. Los cubanos de todo el país, además, están invitados a rendir tributo a Castro el lunes y martes firmando un «juramento solemne de cumplimiento con el concepto de la revolución». El martes tendrá lugar un acto en la plaza de la Revolución de La Habana que se espera sea una de las mayores concentraciones jamás vistas allí.

CUERPO INCINERADO

Las autoridades gubernamentales han informado de que las actividades y eventos públicos han quedado cancelados y la bandera cubana ondeará a media asta mientras la televisión y la radio estatal, únicas del país, mantendrán una programación informativa, patriótica e histórica, durante todo el tiempo que dure el duelo.

El cuerpo del comandante fue incinerado ayer, tal y como anunció su hermano Raúl, que en su alocución televisiva pronunciada en la medianoche del viernes (seis de la mañana hora española) no reveló las causas del fallecimiento.

El miércoles, sus restos recorrerán la misma ruta, solo que en sentido inverso, que emprendió cuando con sus tropas se encaminó desde el oriente del país hasta la capital, en occidente, a la que llegó el 8 de enero de 1959 para dar inicio a lo que él mismo denominó «una Revolución más grande que nosotros mismos». El funeral será en Santiago de Cuba, donde se halla el cuartel Moncada, que fue atacado por sus hombres fallidamente en 1956 en la acción que dio inicio a su leyenda. Se desconoce aún qué dirigentes internacionales asistirán a las honras fúnebres.

Finalmente, sus cenizas serán enterradas el 4 de diciembre en el cementerio Santa Ifigenia, donde también reposan los restos de José Martí, el gran pensador de la nación, el apóstol por la independencia de Cuba. Todavía no se ha informado del lugar de la necrópolis donde se depositarán sus restos y donde, posiblemente, se erigirá un monumento en su memoria.

ANUNCIO DE ABANDONO / La página de la Historia que se cerró ayer con la desaparición de Fidel comenzó cuando anunció su retirada por enfermedad en agosto del 2006, que oficializó el 19 de febrero del 2008. El líder máximo abandonó sus últimas responsabilidades en el Partido Comunista de Cuba en abril del 2011. El comandante deja un país empobrecido por más de medio siglo de bloqueo de Estados Unidos y que fue galopando de un disparate económico a otro mayor y de ahí a otros mayores aún.

Pero también lega como herencia la más profunda y ejemplar revolución social jamás realizada en América Latina, que la economía de la isla no va a poder continuar sufragando. Gran detractor de la superpotencia norteamericana e icono planetario de toda la izquierda, Fidel Castro fue un símbolo de la lucha contra el «imperialismo» que logró sobrevivir a 11 presidentes estadounidenses.

Raúl Castro dice y repite que lo que denomina logros de la revolución no se entregarán jamás. Pero hasta él mismo sabe que no es posible mantenerlos con una educación y un sistema sanitario totalmente gratuitos, subsidios en la electricidad, el gas, así como en una parte -ínfima- de los alimentos de la cesta básica. La nación no cuenta con fondos para ello.

De ahí la incertidumbre con respecto al futuro. Los jóvenes ven que la realización de sus sueños pasa rigurosamente por la emigración, en primer lugar hacia los atractivos Estados Unidos, y que el trabajo en la isla no es fuente de bienestar personal ni para sus familias, que entregaron sus vidas a la Revolución y que hoy, como mayor tesoro, solo guardan diplomas, medallas, gallardetes y nada más.

Fidel Castro llegó al final de sus días sin su uniforme verde oliva de comandante supremo, vistiendo un chándal, y sin su tupida barba de guerrillero, que le creció negra en Sierra Maestra. Con ella bajó triunfante hasta La Habana, donde finalizó rala y blanca de canas.

Un día le dijo a la periodista estadounidense Barbara Walter que solo se la quitaría cuando Estados Unidos levantara el bloqueo. No pudo ser. El embargo sigue pero, bajo su atenta mirada, sí se ha dado un paso de gigante hacia el deshielo con el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba. El pasado mes de marzo, el presidente Barack Obama rubricaba el nuevo clima de entendimiento con una histórica visita a la capital cubana en la que no se encontró, sin embargo, con el histórico líder.

La elección de Donald Trump como nuevo presidente estadounidense arroja una sombra de duda sobre el futuro de las relaciones bilaterales. Trump despidió ayer a Fidel Castro llamándole «cruel dictador».

Diversos líderes internacionales destacaron la dimensión histórica del expresidente cubano Fidel Castro y la política mundial durante más de medio siglo. El presidente chino, Xi Jinping, aseguró que Castro «vivirá eternamente», al expresar sus condolencias por el fallecimiento del líder cubano. El papa Francisco manifestó su «pesar» y en un telegrama dirigido a Raúl Castro dijo que reza por el «descanso» de su hermano. El presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, afirmó que con el fallecimiento de Castro «el mundo pierde a un héroe para muchos» y agregó que «su legado será juzgado por la historia».

El Gobierno de Venezuela, principal aliado de Cuba en Latinoamérica, recibió con «tristeza» y pesar el fallecimiento de Castro, de quien el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, dijo que fue un «hombre admirable del siglo XX que ha marcado el siglo XXI». El exfutbolista argentino Diego Armando Maradona lamentó también la muerte de Castro, a quien calificó como un «segundo padre» tras asegurar que su desaparición supone para él «el dolor más grande» tras la muerte de sus progenitores.