El final del sector del carbón en Teruel todavía no está escrito aunque todo haga pensar que tiene los días contados. La Espada de Damocles se cierne desde hace años -incluso, décadas- sobre una actividad minero-eléctrica que sigue siendo la columna vertebral de buena parte de la economía de la provincia y de la que dependen de manera directa en torno a 600 empleos. A día de hoy no hay alternativa industrial ni laboral en la zona a este monocultivo. Aunque el cierre parece inexorable, la fecha del adiós definitivo no está tan clara. El 2020 es, provisionalmente, el año marcado en el calendario para su desaparición, pero empresas mineras, sindicatos y ayuntamientos aún ven posible una prórroga que alargue 10 o 15 años más la vida de la térmica de Andorra. De lo que no hay duda es de que los días pasan y que la losa que asfixia al sector es cada vez más pesada.

Ariño y Andorra son las aldeas galas del carbón aragonés. En la primera se encuentra la mina a cielo abierto de Santa María, explotada por Samca, que aporta más del 80% del mineral que llega a la central, propiedad de Endesa y situada en la segunda localidad. Ambas compañías han abierto a EL PERIÓDICO las puertas de sus instalaciones para conocer el día a día del último reducto de un sector que en el pasado lo fue todo para gran parte de Teruel.

Este yacimiento de la sierra de Arcos lleva 40 años en activo y estos días trabaja a destajo. Incluso se abren fases nuevas para alimentar la alta demanda de la térmica. En lo que va de año Samca ha suministrado a Endesa 1.500.000 toneladas de carbón y casi todo procede de aquí, según apuntan fuentes sindicales. «Hacía tiempo que no había tanto trabajo», señalan desde la plantilla. Es un ejemplo del espejismo que vive esta industria, temerosa de su futuro dentro de dos años pero vigorosa en el presente.

La prudencia y la discreción es marca de la casa en Samca, que prefieren no dar muchas pistas sobre su producción ni hacer cábalas sobre un futuro «que no está en nuestras manos», aseguran. Tan solo dicen «estar preparados para cualquier escenario» y prueba de ello son los proyectos de nuevas minas con que cuenta en caso de que la actividad siga.

Contaminación / La decisión final no depende de un solo criterio, sino de un juego de tahúres donde entran en disputa razones políticas, económicas, empresariales y medioambientales. Estas últimas son determinantes pues no hay que olvidar que el carbón es hoy la principal fuente emisora de gases de efecto invernadero en el planeta, lo que ha hecho que los enemigos sobre su uso sean cada vez mayores. La térmica de Andorra, que quema lignitos de Teruel y carbones de importación, genera sola cerca de dos tercios de las emisiones de CO2 de toda la industria de Aragón.

Para ser menos contaminante y seguir funcionando a partir del 1 de julio del 2020, Bruselas obliga a que la central acometa una inversión de 190 millones de euros en sistema de desnitrificación para reducir las emisiones (dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y partículas). Endesa se decanta de momento por no hacer la reforma mientras no tenga garantías de que rentabilizará ese gasto.

Existe un consenso general en favor de un mundo basado al cien por cien en energías renovable, el debate está en si en el tránsito hacia ese objetivo debe tener cabida el carbón en España. Antonio Valero, director del instituto de investigación energética Circe, está convencido de ello. «Es bueno y estratégico para el país mantener un conjunto de centrales de respaldo con carbón nacional», asegura. Considera que es «innegable» que hay un problema de cambio climático asociado a su uso, pero cuando el viento, el agua y el sol no son suficientes para cubrir la demanda eléctrica, apuesta por «tirar de esta energía autóctona en lugar del gas, que compramos fuera».

Batalla con el gas

«El carbón es imprescindible dentro de la transición energética y el español es hoy plenamente competitivo con el de importación», apunta el director de la patronal minera Carbunión, Pedro Iglesia, que aboga por «priorizar en algún modo» su consumo dado que «son divisas que no salen fuera del país». Lo dice en alusión a las centrales de gas, con las que los carboneros libran la verdadera batalla sobre su futuro en un tablero donde las empresas eléctricas tienen intereses encontrados.

La sequía se ha convertido en un aliado inesperado del sector y los argumentos de que es necesario para garantizar el suministro. Los avatares de la meteorología han hecho imprescindible este año la producción de electricidad con carbón para cubrir la demanda y frenar una escalada de precios de la luz. En lo que va del 2017, ha cubierto el 17% del consumo, siendo la tercer fuente de generación solo por detrás de nuclear y eólica. Y en noviembre fue la primera, con el 21,9%.

Entre las nueve centrales que queman mineral nacional, Andorra es en estos momentos la que más aporta. No en vano, esta central se abastece de la materia prima autóctona más barata del país, lo que unido a otros factores la sitúan como la más competitiva de su segmento. Y eso que el carbón turolense dejó de tener ayudas el pasado año con el cierre de la última mina subterránea (las de cielo abierto no se subvencionan desde el 2013). La buena gestión empresarial de Samca y el tipo de explotación hacen que los número cuadren y que el precio de este carbón sea hoy incluso inferior al de importación, según señalan diversas fuentes del sector. «Si en España puede quedar un reducto de carbón, ese es Teruel», afirma Valero.

A pesar de la incertidumbre sobre el futuro, a corto plazo el carbón turolense puede respirar tranquilo. Hasta al inicio del 2020 el trabajo está garantizado gracias a los acuerdos de suministro alcanzados entre Samca y Endesa y la baza de la competitividad con que cuentan sus respectivas producciones. El interrogante sobre qué ocurrirá a partir de ese año tardará todavía en despejarse y será en Roma, donde el propietario de la eléctrica española, el grupo Enel, tiene su cuartel general.