El Ayuntamiento de Utebo anunció su intención de habilitar este año, de cara a la celebración del cotillón municipal, pulseras de diferentes colores para las tres franjas de edad posibles -entre 14 y 16, acompañados de un adulto, de 16 a 18 y adultos- para poder diferenciar de forma clara a quién pueden servir alcohol los camareros y a quién no. Una medida sencilla para poder adaptarse a la ley que, sin embargo, no parece que vaya a generalizarse. Entre los consistorios consultados por este diario, pocos van a modificar sus costumbres para este año por la normativa, aunque algunos ya habían tomado medidas con anterioridad.

Es el caso de Calamocha que, según explicaba su alcalde, Manuel Rando, ya lleva unos años dividiendo el pabellón en dos partes, una con barra en la que sí se controla la edad de quien accede, y un espacio común. Requiere cierta inversión en seguridad, pero según Rando ha funcionado tan bien que el modelo «se ha exportado» a otros lugares.

En otras poblaciones, como Fraga, apuestan por que los menores tengan su propio espacio. Ya hace tres años, cuenta el alcalde, Miguel Luis Lapeña, que celebran una verbena con disco móvil y todos los elementos de seguridad solo par menores, también durante el verano, en la que los jóvenes de entre 14 y 17 años encuentran su propio espacio.

Algo intermedio es lo que hicieron en Borja, que el año pasado, explica el primer edil, Eduardo Arilla, comenzó a celebrar un cotillón municipal. En él los menores han de sacarse una entradas especiales, que llaman «pitufos» por su color azul. El hecho de que se regule el acceso de menores le parece «una buena medida, porque se gana un segmento de la población», aunque no cree que modifique mucho en el caso de su localidad, ya que es un ambiente «muy familiar».

GRAN BESO COLECTIVO

Sorprende que ni en Teruel (que este año preludiará el fin de año con un gran beso colectivo, por el 800 aniversario de Los Amantes), ni en Huesca ni en grandes ciudades -para Aragón- como Calatayud, haya cotillones de organización municipal. La mayoría se delegan en entidades como Interpeñas, donde la hay, y por los casos consultados parece que se va a seguir más la tendencia de la capital (no dejar acceder a los menores) que la identificación de edades.En otros lugares admiten que delegarán el control en la seguridad privada contratada para el cotillón o en los propios camareros, pese a lo desbordados que suelen ir esa noche.

En municipios más pequeños, con las fiestas en los pabellones, el problema se deja a cada cual. Se repite la frase de «nos conocemos todos», así que quien sirve ya sabe aproximadamente si su cliente es menor o no. Pero la tolerancia social con el alcohol es todavía grande, así que la prohibición siempre se respeta.