"Los primeros días te arreglabas mal. Pero luego te vas organizando. Tienes agua para lavar después de comer y para ducharte por la noche". José Luis Pérez vive en Blesa, y es uno de los 150 afectados por la falta de agua. El pozo se ha secado y mientras llega una solución definitiva al problema de la falta de abastecimiento, el municipio se arregla con el agua que llevan a diario los bomberos. Una imagen habitual en verano en algunos pueblos aragoneses, pero extraña en marzo o en abril. Y nunca antes vista en Blesa. Antonio Cavero, que regenta el bar, ya sabe que cuando suena un clac se acabó lo de hacer café.

La localidad turolense, en las Cuencas Mineras, lleva así desde el 15 de marzo. El pozo ha dicho basta tras cuatro años consecutivos de sequía. Y hay que buscar alternativas. De momento, explica la alcaldesa, Ángeles Cólera, los bomberos llevan agua dos veces al día, 24.000 litros que se vierten en el depósito municipal y se hacen llegar a los grifos "de tres a cinco de la tarde y de nueve a once de la noche". Afortunadamente, pese a que el camino hasta el depósito es estrecho, permite el paso de los camiones cisterna, por lo que no hace falta que los vecinos usen cubos para hacer acopio de agua. No mucho rato, pero el recurso llega por la red de tuberías.

Y eso que el Sábado Santo pasado uno de los caminos se quedó atascado en el barro formado en el acceso al depósito. "Varios hombres de la localidad fueron con los tractores a por zahorra y pudieron sacarlo. El martes siguiente la diputación mejoró el camino", cuenta Cólera, que explica que sus vecinos intentan adaptarse a la situación. "Hoy sábado --por ayer-- no sabemos si el agua se podrá dar dos veces, porque los fines de semana hay más gente y se habrá gastado más agua entre las tres y las cinco", apunta.

Antonio Cavero ha vuelto a lavar a mano la vajilla del bar. "No ponemos el lavavajillas. Y no usamos la cafetera cuando notamos que no queda agua en el tubo, porque hace un clac. Los del pueblo ya lo saben. En ese momento, se acaba el café y se pasa al descafeinado de sobre con leche. A todo nos hacemos", cuenta.

Mientras ayuntamiento, diputación e Instituto Aragonés del Agua ven cómo financiar la construcción de otro pozo, solucionó que ya se impulsa, pero que el municipio no puede afrontar en solitario, la alcaldesa tira de imaginación para buscar alternativas. Se le ha ocurrido que se podría potabilizar el agua que circula por un canal de riego próximo al depósito, y la Delegación del Gobierno ha echado mano del Ejército (que tiene plantas portátiles para casos de emergencia). Si los análisis confirman que el agua puede tratarse, Blesa podría amanecer un día de estos con militares instalando una potabilizadora provisional. "Se me ocurrió, pedí ayuda y lo cierto es que las instituciones nos están apoyando mucho", afirma Ángeles Cólera.

En Farlete y Monegrillo llevan meses dando de beber al ganado mediante cisternas. Los ganaderos tienen que ir a diario donde están sus ovejas (unas 35.000 entre ambos municipios) para llevarles el agua, como cuenca José Luis Lasheras, uno de los afectados y representante del sindicato agrario UAGA. En la zona, que ha quedado fuera de la creación de regadío que se acomete en Los Monegros, siempre falta agua. Pero este año es peor. "El año pasado no llovió y las balsas hechas para recoger esa agua y dar de beber a los animales están secas. Los aljibes se habían llenado en primavera, pero en verano se acabaron las reservas", cuenta. Desde entonces, los ganaderos van y vienen con cisternas para que las ovejas no se mueran de sed.

"Este año es el peor. Porque otras veces las plantas espigaban y podían usarse para la ganadería. Pero este año no ha crecido nada y las plantas se han quedado a cuatro o cinco centímetros del suelo y no espigan. Ya se han vendido 5.000 cabezas, porque la gente no puede aguantar", añade.

Los ganaderos cogen el recurso de unos puntos instalados por los ayuntamientos que permiten llenar una cisterna en media hora. Pasan el día entre ir y venir a dar vuelta a las ovejas o a sacarlas e ir y venir a llevarles agua, con el consiguiente gasto añadido en gasóleo, cuyo precio no está para alegrías. El suministro urbano, menos mal, no tiene problemas.