«Sabemos que el gallo está vivo porque lo oímos», dice Manuel León mientras revisaba los daños que ha causado la crecida del Ebro en su finca, ubicada en el único tramo de la carretera de Alfocea que acabó completamente inundada y que ayer fue reabierta.

Su mujer, Brígida, espera en la calzada, sin poder entrar en su terreno, con casi un metro de agua. «Está más hondo de la carretera y se ha quedado embalsada, pero ahora que he abierto la tajadera empezará a salir y mañana podrás entrar», le dice su marido. Brígida no para de pensar en las gallinas que tienen. «Creo que estarán bien, aunque solo se escucha al gallo, pero se habrán protegido, ¿no?», pregunta insegura mientras su marido entra y sale, con el traje de pescador, a la finca.

Con zapatos y vaqueros estaba Carlos. «Luego voy todo el día lleno de barro», admite. Su casa es una de las más afectadas por la avenida extraordinaria en el barrio rural de Monzalbarba. A dos kilómetros del río y en el camino de la Mejana, el agua todavía alcanzaba ayer los 30 centímetros de altura en su bodega. En el piso principal el barro se muestra como la mejor prueba de que el Ebro ha ocupado su casa durante días. «El viernes por la noche comenzó a entrar», matiza Carlos.

Aunque había colocado en alto parte de sus enseres, las pérdidas son incontables. «Hasta la fibra de internet está estropeada», dice mientras descubre que las patas de uno de los muebles de su salón que servía para lucir una enciclopedia se han destrozado. El marrón de sus muebles cambiaba de color en su parte inferior, mostrando perfectamente la marca de la altura que haalcanzado el agua. «Hoy mismo -por ayer- llamaré a una empresa de limpieza porque si el barro se seca costará mucho sacarlo», explica. Eso en el salón y la cocina, porque en la bodega la máquina de achique que se compró en la riada del 2015 todavía tiene que pasar varias horas encendida para poder sacar todo lo acumulado.

Pero el único problema no solo es el palmo de agua, sino la humedad de la casa. «Hasta que podamos volver van a pasar días, porque hay que terminar de desaguar el agua, limpiar y que vuelva a estar habitable».

Haciendo gala del refrán de «a mal tiempo, buen cara», sus hijos le han encontrado el lado bueno a la avenida porque ahora pueden salir desde la puerta de casa montados en las piraguas. «Esto es lo que se llama practicar deporte desde la puerta de casa», bromean. Para acceder a la residencia de ancianos -que se evacuó la semana pasada- o al centro municipal solo hay una manera: en piragua.

Los barrios rurales zaragozanos de Alfocea y Monzalbarba han sido los más perjudicados por la crecida. Esta vez, a diferencia del 2015, no se han inundado viviendas en el primero, tan solo alguna finca y campos de cultivo con alfalfa y la cebada.