Sandra e Irene se sienten mayores desde que trabajan en el centro social de base de la DGA en la calle Santa Teresa. Clasifican material en el archivo, sacan fotocopias, sellan acuses de recibo... Pronto harán prácticas de habilidades sociales atendiendo al público. Para ellas es como cruzar un abismo, pero no se desaniman.

"A veces viene gente que es muy amable, pero otros llegan discutiendo y yo me pongo nerviosa", reconoce Irene, de 33 años. Sabe que todavía le queda mucho por vencer, aunque ella y su compañera cuentan con el apoyo del personal del centro. "Estoy muy contenta. Nos ayudan mucho. Son buenos", asegura. A Irene le encantaría hacer prácticas de ordenanza otro año más. "Ya veremos", señala esperanzada.

Sandra es más joven. Tiene 24 años y reconoce que es la primera vez que hace prácticas laborales. "No es difícil, pero tengo que tener más experiencia para que me salga bien". Lo que peor lleva es el contacto con el público. "Me da un poco de corte hablar con la gente, porque no la conozco, pero con el tiempo me quitaré el miedo", afirma muy convencida.

Desde la Fundación Síndrome de Down 21 se les realiza un seguimiento personalizado dentro del proyecto de orientación y formación que acaba de poner en marcha la entidad, con personal cualificado. Gracias a un convenio con el IASS, los primeros beneficiarios ya han podido iniciar sus prácticas en un centro de base. La subvención de La Caixa permitirá mantener el servicio abierto para analizar las posibles demandas, ya que para no crear falsas expectativas se estudia cada caso.