Las más importantes cuestiones políticas y sociales sobre las que hablamos y discutimos estos días están muy relacionadas entre sí. E incluso me atrevería a sugerir que son un sólo asunto planteado a diferentes niveles. La guerra preventiva, la catástrofe del "Prestige", las movilizaciones a favor o en contra del PHN pueden constituir magnitudes de distinto signo, pero desde la perspectiva española y aragonesa forman parte del mismo problema. O sea, Aznar, ungido por la mayoría absoluta, se siente irresistiblemente atraído (en un sentido intelectual, parece) por Bush Jr., cuya elección presidencial todavía nos desconcierta; y aquél se somete a la voluntad de éste con el mismo aparente gozo que muestran las gentes del PP aragonés subordinándose a la estrategia levantina de la dirección de su partido. Es la regla de eso que llaman neoconservadurismo : el que manda manda, aunque mande mal.

O sea, que las manifestaciones de aragoneses y catalanes contra el trasvase prefiguraron la marcha sobre Madrid de "Nunca máis" y permitieron también ensayar la recuperación de la calle que las fuerzas democráticas y progresistas culminaron el 15-F en la gran demostración contra la guerra preventiva (y ahí han estado Zapatero y los suyos, encantados con todas y cada una de estas movidas). Por la misma regla de tres, la cosa que el PP y sus correas de transmisión preparan este domingo en Valencia al grito de ¡paella para todos!, habrá de ser la réplica gubernamental en el terreno de la movilización de masas a los tremendos repudios populares que el Ejecutivo ha cosechado en las últimas semanas. Nosotros también movemos a la gente, sugiere Zaplana con su mejor sonrisa profidén (... pagando, por supuesto).

Esta problemática encrucijada nos va a permitir analizar la aplicación de varias fórmulas: la de la Ley del Embudo, la del Estricto Control Informativo, la de Tratemos al Personal como si Fuese Idiota y otras. De lo cual me ocuparé en los próximos días.