A pocos metros de la Plaza Mayor de Albarracín, elevado sobre una gran mole de piedra se encuentra el Palacio Episcopal, hoy sede de la Fundación Santa María y exponente máximo de su labor conservadora del patrimonio de la ciudad. Tras cruzar un pequeño patio de losas de rodeno, el olor a cuero y a cola de pegar dan la bienvenida al visitante nada más abrir la puerta del edificio.

Las diez jóvenes que comenzaron el pasado 19 de abril el curso de restauración de encuadernaciones de libros del siglo XVI dan los últimos retoques a sus trabajos. "Tratamos de poner en valor el patrimonio cultural a través de la restauración de bienes muebles que al mismo tiempo potencian la formación de postgrados y facilitan la realización de prácticas sobre obras reales", explica la directora del curso, Ninfa Avila.

Sin darse cuenta, esta responsable técnica del Instituto de Patrimonio Histórico Español ha resumido la filosofía central sobre la que trabaja la Fundación Santa María de Albarracín, que dio sus primeros pasos con la restauración del palacio que ahora les acoge y que actualmente recaba los aplausos de todos los foros nacionales sobre conservación del Patrimonio como ejemplo indiscutible de lo que ha de ser una institución que forma, restaura y llena de contenido cultural sus espacios rehabilitados.

Mercedes, Lorena, Miriam y Silvia tienen poco más de 25 años y han dejado casa, familia y estudios para participar en esta actividad que se encuadra ya en la séptima edición de cursos de restauración de bienes muebles. "El curso te permite trabajar sobre obras reales al tiempo que actualizas tus conocimientos y completas la formación recibida", apuntan las alumnas.

En estos momentos, hay pocos centros en España donde realizar una carrera relacionada con la restauración de bienes muebles "a pesar de la gran cantidad de Patrimonio histórico y artístico con el que cuenta nuestro país", dice la directora, quien echa de menos una "mayor oferta pública de empleo que dé cabida a esta demanda de restauradores en ciernes".

Mezcla de tesoros

En el taller de la Fundación, se mezclan los trozos de cuero y papel con documentos que hablan de Los Cofrades que se encontraron vivos, de 1565; Antífonas comunes de Santos, de 1799; Registro de Ordenes de 1665 a 1704 o Libro del legado y limosna de Don Pedro Esteban, de 1738. Todos provenientes del Archivo de la Vicaría de Albarracín y de la parroquia de Gea.

Avila explica que los cursos que la Fundación promueve en colaboración con el Instituto de Patrimonio Histórico Español y el Instituto Aragonés de Empleo (Inaem) tienen una utilidad que va más allá de la mera formación de alumnos y restauración de los bienes muebles, ya que los libros encuadernados vuelven al archivo para su utilización como documentos históricos, herramienta fundamental de los investigadores.