La sublevación militar contra la II República hundió las estructuras del Estado que vio desaparecer la organización administrativa en la España que permaneció leal al Gobierno, mientras que en los territorios afectos a la rebelión se procedía a depurar las instituciones de cargos electos y funcionarios no adictos.
El cuarto tomo de La Guerra Civil en Aragón, que se distribuye mañana con el ejemplar de EL PERIÓDICO al precio conjunto de cinco euros, aborda los inicios de la reorganización administrativa en el territorio de la comunidad donde había triunfado la rebelión militar, que incluía las tres capitales provinciales, y la creación de un nuevo modelo en el Aragón republicano, con las colectivizaciones y la constitución del Consejo Regional de Defensa de Aragón.
El libro cuenta con una introducción de la historiadora Ángela Cenarro, que resalta el enfrentamiento irreconciliable entre los dos proyectos políticos y sociales que se desarrollaron en los respectivos territorios, revolución y contrarrevolución.
El profesor Iván Heredia Urzáiz realiza un profundo recorrido sobre la situación en el Aragón rebelde, donde los militares procedieron a depurar de todas las administraciones públicas a los cargos electos, muchos de los cuales se enfrentaron al pelotón de fusilamiento, y a funcionarios que simpatizaban con la República o, simplemente, tenían "amistades sospechosas".
María Pilar Maluenda y Julita Cifuentes incluyen un estudio sobre uno de los colectivos más purificados, el de los maestros. La España franquista cuplía varios objetivos con esta depuración.
Contentaba al clero, al que devolvía privilegios, poder económico y poder político a cambios del apoyo de la Iglesia a la represión; reprimía uno de los principales objetivos de la República, la educación , que propagaba ideas peligrosas; y favorecía con prebendas y puestos de trabajo a sus adeptos con las vacantes.
Las mismas autoras realizan una introducción a la Falange Española y de las JONS como partido y a sus milicias, que, inicialmente, apenas ocuparon cargos en Aragón y se dedicaron a una labor de policía y represión, al tiempo que se formaban batallones de combate.
El propio Heredia Urzáiz dedica un aportado a las biografías de Miguel Ponte y Salvador Allué, "puntales del Aragón franquista".
LAS COLECTIVIDADES Por el lado republicano, el especialista Víctor Lucea Ayala, explica cómo surgieron las colectividades impulsadas por las columnas anarquistas que llegaron a Aragón desde Cataluña y Valencia. También relata la oposición que este sistema levantó en la Generalitat y el Gobierno de la República.
Las dificultades también se trasladaron al Consejo de Aragón que se instaló en Caspe, integrado por cenetistas y presidido por Joaquín Ascaso, a cuya biografía dedica un capítulo el historiador Alejandro R. Díez Torre.
Ascaso, buen negociador, consiguió finalmente el reconocimiento del Consejo por parte de Madrid, pero los enfrentamiento de Barcelona en 1937, trosquistas y anarquistas contra comunistas y el Gobierno, hicieron imposible la convivencia. La corta historia del Gobierno aragonés es analizada en el libro por Víctor Lucea Ayala.
El tomo incluye un trabajo de Renato y Encarnita Simone, autores de una más completa obra sobre la colectivización en Cretas (Teruel), que aquí resumen desde la llegada de las columnas anarquistas en julio de 1936 hasta la ocupación militar por parte de las fuerzas de Lister en agosto del año siguiente.