Zaragoza no está en medio de un secarral. En realidad, la capital aragonesa, que posee un enorme término municipal, cuenta con 12,6 millones de kilómetros cuadrados de pinares y bosques de ribera. La idea del ayuntamiento es enlazar estos espacios naturales sirviéndose de una red de corredores biológicos de 260 kilómetros de longitud que incluye los caminos que corren paralelos a los ríos Ebro, Huerva y Gállego, al canal Imperial y a las grandes acequias.

La gran mancha verde del entorno de Zaragoza abarca desde los pinares de Peñaflor, al noreste del casco urbano, a los montes de Torrero, al sur. Pero la vegetación es todavía más densa en las orillas de los ríos que confluyen en la ciudad, donde se han formado los galachos de Juslibol y La Cartuja y los característicos sotos que flanquean los tramos finales del Gállego y del Huerva y las orillas del canal Imperial.

Las vías verdes que discurren junto a estos cauces suman 103 kilómetros. De ellas partirán los caminos que enlazarán con la ciudad consolidada y con las masas boscosas. Por ejemplo, está previsto habilitar un sendero peatonal y ciclable, de 30 kilómetros, entre los galachos de Juslibol y el Vedado de Peñaflor.

A esta malla de caminos hay que sumar el Camino Jacobeo del Ebro, cuyo trazado se está rescatando progresivamente.