Como era de esperar, éstas han sido las fiestas del Pilar más multitudinarias de la Historia. A la par, Zaragoza ha vivido un colapso circulatorio no menos histórico. A las horas punta se han atascado los accesos a todos los equipamientos situados fuera de la ciudad consolidada: Ferial-Pabellón Municipal, Interpeñas, Feria de Muestras, Estación de Delicias... Un caos impresionante e inevitable. Estaba escrito. ¡Y menos mal que la gente se repartió entre Miguel Servet y Valdespartera!

Las autoridades, henchidas de autoestima por el éxito de de los festejos, minimizan ahora esta crisis de la movilidad. Como había tantísima gente... pues ya se sabe. Incluso la tangana de la madrugada del sábado en Valdespartera (que estuvo a un pelo de degenerar en grave tumulto) es despachada con displicencia por los portavoces oficiales. Sólo el PP mantiene una actitud crítica; pero como éstos protestan por todo y nada les parece bien, tampoco es para alarmarse. O sea, a vivir y a triunfar, porque, visto lo visto, mal será que no salvemos el 2008 a punta de mogollón y fuegos artificiales.

La movilidad es un problema crucial en Zaragoza; uno de esos flecos sueltos que van a marcar el futuro de la urbe. Lo que pasa es que la ciudad se hace grande, aspira a captar los visitantes por miles y aun cientos de miles; sin embargo algunos de sus principales servicios (el transporte público, por ejemplo) están mal atendidos. Y como la Cesaraugusta actual ha crecido de cualquier manera, sin seguir un verdadero plan y casi siempre al dictado de los intereses inmobiliarios, pues la movilidad ha de programarse a posteriori, a golpe de improvisación y medidas de emergencia.

Lo curioso es que, en medio del caos, el recinto más operativo y menos problemático ha sido La Romareda en su actual ubicación. Durante dos noches fue ocupada y desalojada por cuarenta mil personas sin dificultad alguna. A lo mejor por eso se la quieren llevar al extrarradio.