"Usted sigue en Babia, sumido en una apatía profunda y se comporta como la reina madre de Aragón. Déjese de cuentos, de los sueños de Blancanieves, y póngase a trabajar como los enanitos". Se lo dijo ayer en el pleno el presidente del PP, Gustavo Alcalde, al de Aragón, Marcelino Iglesias. "Sé que no estamos en la Arcadia feliz", contestó el socialista. Más allá de relatos y creaciones literarias, la sesión empezó con tranquilidad, pero sus señorías estuvieron revoltosos justo cuando tenían público.

Las preguntas de control de la oposición al presidente se refirieron a las relaciones de la DGA con el Gobierno central. El PP acusó a Iglesias de "pasividad" ante el "desinterés" del Gobierno de Rodríguez Zapatero por Aragón. El presidente aragonés respondió con mucha calma ("ya saben cómo soy", decía), pero con sarcasmo. "Es más desinterés hacia Aragón aprobar el plan hidrológico que derogar un trasvase", le soltó a Alcalde para recordarle que Zapatero acabó con la cesión del Ebro que promovió Aznar.

También cuestionó el portavoz de CHA, Chesús Bernal, el papel de la DGA y Madrid ante la famosa deuda tributaria (el dinero que reclama Aragón para compensar las pérdidas por las rebajas en los impuestos que hizo el Gobierno central). Mientras Andalucía logra 300 millones de euros como anticipo por su deuda histórica, Iglesias "se va a Madrid a hacerse una foto con Zapatero y se vuelve con el ninguneo".

Iglesias defendió que las cosas se están haciendo bien. Que la DGA negocia para cobrar esa deuda y, por si acaso, ha metido el tema en los tribunales. "No podemos armar un ejército para ir a Madrid". Y Adolfo Barrena, de IU, lamentó que la recién creada comisión mixta económico-financiera no haya servido ya para negociar mejoras al presupuesto del Estado del 2008. "El PSOE prefiere negociar con los nacionalistas", afirmó, lanzando una puya a CHA, que ha acordado con los socialistas aumentar en 100 millones dicho proyecto. "No llegan, ni de lejos, a lo que dice el Estatuto", apuntó.

Discusión sin sobresaltos. Estos llegaron con la comparecencia de la consejera de Servicios Sociales, Ana Fernández. Se lió. No le gustaban al PP las explicaciones, así que lo hizo notar con protestas en voz alta, golpes y revuelo. Replicaron igual los socialistas y Fernández apenas podía hablar. En el público, un grupo de estudiantes, que debía pensar que la cosa era muy parecida a una mañana agitada en clase. La presidenta accidental de la Cámara, Maite Pérez, intentó poner orden. "Den ejemplo", decía. Y daba con el mazo. Poco éxito. Mal ejemplo. Al final, los ánimos se calmaron. Los niños ya no estaban.