No sé si se habrán percatado, pero es la primera vez que comparezco en este espacio siendo lunes. Y la cosa va de que, a partir de ahora, también en este día ejerceré de columnista. Genial.

Hoy aprovecharé la ocasión para hablarles de Sarkozy y de Francia. Parecía que el actual presidente galo era una especie de referente máximo para el PP español, pero no tengo muy claro cómo podrá buena parte de nuestra derecha aceptar las cosas que hace su homólogo gabacho ahora que tiene el poder por el mango: elige progres para altos cargos, hace leer en las escuelas la última carta de un joven comunista fusilado por los nazis durante la II Guerra Mundial y no sólo se toma muy en serio lo del efecto invernadero sino que a veces parece ecologista militante. ¡Pues vaya un conservador de habas!, pensará alucinada la gente de orden que me hace la merced de asomarse por aquí. En fin, qué puedo decirles: los franceses... ya se sabe.

En Francia, como en otros estados europeos, la defensa del medio ambiente es una cuestión muy seria, no una simple maría administrativa. Por eso llevo muchos años advirtiendo de que nuestros vecinos jamás harán ciertas cosas en el Pirineo central. Tanto si gobiernan los unos como si lo hacen los otros, eso de que los camiones de gran tonelaje crucen las montañas jodiendo valles, congostos y pueblos va a ser imposible. Tal vez ello dé una opción al Vignemale; pero entretanto todo seguirá como está, salvo que se recupere de una vez la línea por Canfranc para usarla como carretera sobre railes.

En España los amos del Sistema consideran la protección de la naturaleza una bagatela. El color verde y el calificativo sostenible queda bien en los anuncios, pero de ahí a tomarse en serio la protección del cernícalo primilla... ¡Vamos, hombre! Y el caso es que quienes hacen coñas al respecto, quienes se deshuevan del carril bici y consideran que cualquier valle de alta montaña puede ser aplastado por una autovía están simplemente fuera de onda. Por eso Sarkozy puede parecerles un excéntrico. Pero no; sólo es francés.