Tenemos alguna noción sobre las causas de la crisis: en el ámbito global, el descalabro financiero producido por las manipulaciones de grandes brookers transnacionales; en el ámbito doméstico, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y el hundimiento del consumo como consecuencia de la inflación, del endeudamiento de las familias y de los bajos salarios. Lo que no sabemos es qué se puede hacer ante tal situación. Se exige del Gobierno un milagro imposible, se pide a los sindicatos que hagan algo (¿y qué pueden hacer si su capacidad de presión es nula en unas condiciones de crisis empresarial?), se nos reclama a los periodistas que nos dejemos de boberías y hablemos del desempleo y las maniobras de los poderosos como si mediante la publicación de nuestros alaridos y lamentos fuese posible conjurar la que está cayendo.

Pero hay algo más, porque un sector importante de la opinión pública, condicionado y dirigido por el pensamiento neocon, cree todavía que cabe combatir la crisis acentuando precisamente las circunstancias que nos han llevado a ella. Exigen menos impuestos (sobre todo para que los más ricos amplíen sus beneficios) y menos Estado (aunque luego reclamen a las instituciones públicas inversiones y medidas para sostener a las empresas y crear empleo). Asumen la existencia de los paraísos fiscales como un factor imprescindible (y casi admirable) de la operatividad financiera. Piden amnistías para el dinero negro. Reclaman más libertad para la empresa: salarios más bajos, despido más barato, movilidad y modo de producción asiático. Por supuesto están dispuestos a sacrificar cualquier recurso medioambiental en la pira de la insostenibilidad.

En Aragón muchos sueñan aún con nuevas expansiones urbanísticas pese a la evidencia de que sobran viviendas por doquier. Se rebusca en los alrededores de Zaragoza o en los valles pirenaicos y se ponen en marcha proyectos supramunicipales volcados en el ladrillo. ¿I+D+i?, ¿agroindustria?, ¿innovación y productividad?, ¿cualificación?... Eso, en pequeñas dosis. No nos atragantemos.