El Premio Ebrópolis a las Buenas Prácticas Ciudadanas, concedido el pasado 10 de diciembre a la Fundación Picarral por su labor con personas con inteligencia límite, supone el reconocimiento social de un proyecto global que lleva en marcha desde el año 1995 y que nació por iniciativa de la asociación de vecinos del barrio zaragozano de El Picarral.

Las 32 personas que trabajan en este cometido atienden a un centenar de jóvenes entre 16 y más de 30 años en una serie de campos que incluyen la formación, el empleo, la animación sociocultural, el acompañamiento hacia la autonomía y un proyecto residencial.

"El objetivo de la Fundación Picarral es que los alumnos que tenemos se conviertan en personas autónomas o lo más autónomas posible, en su vida laboral y personal y en el empleo de su tiempo libre", explica María Teresa Soro Andiano, que recogió el galardón en tanto que responsable del Programa de intervención global con personas con inteligencia limitada.

Normalizar la vida de las personas con una inteligencia límite (por debajo de la normalidad y por encima del retraso mental) requiere un seguimiento continuo, pues si se descuida cualquiera de sus facetas, es muy posible que se enfrenten a problemas de integración. De hecho, frecuentemente presentan una dificultad para asumir responsabilidades, aprenden a un ritmo lento y tienen problemas para adaptarse a situaciones cambiantes. Proporcionarles un trabajo acorde a su formación y facilitarles una vivienda forma parte del proyecto, porque estos jóvenes no pueden ser abandonados en mitad del camino", explica Soro.

Por este motivo, la debilidad de la empresa privada a la hora de ofrecer plazas a este colectivo ha llevado a la Fundación Picarral a crear su propia red de talleres desde el año 1997. Estas industrias se dedican a manipulados industriales, termosellados y envoltorios tipo blíster, entre otros productos.

En esta tarea cuentan con la ayuda de varias instituciones, como el Ayuntamiento de Zaragoza, el Instituto Aragonés de Servicios Sociales, Caja Inmaculada, el Ministerio de Asuntos Sociales y el Inaem. "Su integración laboral y social es realmente complicada", reconoce María Teresa, que se refiere a lo difícil que resulta que los alumnos y trabajadores que forma en la Fundación Picarral encuentran para ser admitidos al margen de la red de ayudas institucionales y de oenegés. "Son personas que se enfrentan a una sociedad que no reconoce su discapacidad ni los trata como iguales", subraya la responsable del proyecto, que precisa que las personas que se benefician del proyecto "no presentan rasgos físicos que los diferencien".

De ahí la importancia del prestigioso premio concedido por Ebrópolis, que este año ha alcanzado su séptima edición. El dinero del galardón, 6.000 euros, será dedicado a mejorar la ergonomía de los talleres, dado que la normativa de la distinción establece que ha de ser invertido en equipamiento.

María Teresa Soro Andiano considera que el trabajo de la Fundación Picarral se vería favorecida si se realizaran estudios científicos sobre el colectivo de personas con inteligencia límite "que lo definan y lo cuantifiquen".

Para ella, la esencia del proyecto no es otro que conseguir que "las diferencias no se conviertan en desigualdades" para promocionar social y laboralmente a las personas con las que trabaja su fundación.