No me extraña que el personal se ponga nervioso, porque está todo muy embrollado. Lo que era blanco está negro, los triunfadores capotan ante nuestra vista y los grandes negocios público-privados embarrancan en las gigantescas playas de cemento que fueron otrora su mascarón de proa. Vamos a salir ésta muy estropeados.

O sea, que Nozaleda, el último de los grandes hombres de negocios que han usado Aragón como territorio de caza, se ha caído de la peana arrastrando tras él a toda una serie de empresas e iniciativas emblemáticas, desde Galerías Primero (que dejó al pairo) hasta el Balneario de Panticosa (hoy abandonado y semidestruido). Y nosotros (sobre todo nuestro Gobierno), pensando que era un genio y que su llegada en carne mortal a la Tierra Noble anunciaba grandes prodigios y maravillas. Pues vaya.

Ya se hizo raro que el famoso empresario mexicano-aragonés fuese capaz de comprar a un precio demenciado el primer gran solar del entorno de la Intermodal. Pero... ¿quiénes éramos (y somos) los simples mortales para discutir las decisiones de los dioses? De todas las maneras, aquella operación marcó el cenit de la lujuria inmobiliaria en Zaragoza. Desde entonces todo es mohina. La gestora de los terrenos que rodean la Estación de Delicias (Zaragoza Alta Velocidad) se ha quedado compuesta y sin compradores. No tiene un euro y ha suspendido, entre otras, las obras de la conexión con la A-68. Otro tema colgado.

Con estas situaciones uno no se explica por qué a los aragoneses nos gustan tanto las grandes obras, con la de disgustos y sinsabores que nos dan. Quizás para evitarnos sobresaltos la ministra de Fomento, doña Magdalena, se resiste con uñas y dientes a solventar razonablemente ciertos problemas que nos aquejan. Así, su departamento ha decidido exorcizar el tramo más negro de la N-232 pintando en la carretera una línea continua absoluta y reduciendo la velocidad máxima a 80 por hora. En ese plan, bien podrían cerrarla al tráfico. Muerto el perro...

Y el Tribunal de La Rota dándonos la razón. Acojonante.