Es cierto que durante los últimos años (hasta llegar al clímax dosmilochista) Zaragoza y Aragón entero han avanzado en muchos aspectos. Con crisis y todo estamos (en general) mejor que en cualquier momento anterior. Pero como de eso y de las riberas, el AVE, la Expo, el Óvalo, los palacios de Huesca y Jaca y todas las demás maravillas ya se ha hablado mucho y requetebien en los medios, pues un servidor suele dedicar este rincón a otros hechos y circunstancias mucho menos euforizantes pero no menos reales. Porque lo que es, es.

Es un hecho, por ejemplo, que la rampante pos-Expo está bloqueada, y los jefes se van corriendo a la otra Expo (la de las verduras programada para el 2014) sin querer dar demasiadas explicaciones sobre lo que pasará en Ranillas (bastante tendremos con medio zurcir el exporroto que ha hecho TBZ). Como lo es que no hay barquitos en el Ebro y que su atracadero ha quedado abandonado.

Es un hecho que muchas grandes obras emblemáticas llevadas a cabo en la capital de Aragón (Puente del Milenio, Pabellón-Puente, estación de Delicias) han desbordado sus presupuestos hasta doblarlos. Y también que otros proyectos (véase el Gran Teatro Fleta) llevan años en el congelador, o que Zaragoza Alta Velocidad ya no tiene un euro.

Es un hecho que en el antiguo Seminario se han invertido (en metálico y en convenios urbanísticos) más de ciento veinte millones de euros. Pero no porque el edificio y su mobiliario sean de lujo, no exactamente; sino porque se ha pagado por casi todo el doble o el triple de su valor (vean suelos, panelados e incluso la famosa mesa, y comparen su coste con el que ofrece cualquier proveedor).

Es un hecho que en la web de Gran Scala han colgado una bonita estampa navideña donde dos señoritas muy ligeras de ropa tontean con un Papa Noel muy cachondo (¿surrealismo?, ¿pitorreo?, ¿un diseñador flipado?). Debajo, la foto de nuestros máximos jefes dándose la mano con los de ILD. Aragón, la más famosa.

Ni optimismo ni pesimismo: es, simplemente, lo que hay.