El secretario de Estado para la UE, Diego López Garrido, ha visitado Zaragoza los últimos dos días, para intervenir en el Programa Máster del Real Instituto de Estudios Europeo el pasado viernes y ayer para encontrarse con el presidente aragonés, Marcelino Iglesias, y visitar el museo Camón Aznar.

- ¿Ha traído buenas noticias al presidente Iglesias?

- Hemos estado hablando del papel que deberá jugar Aragón en la Unión por el Mediterráneo y en la presidencia española de la UE, que será en el primer semestre del 2010. No hemos concretado los temas a tratar, ya que en el 2009 vendré en visita institucional, al igual que he hecho ya en Cataluña, Andalucía, Madrid y Valencia.

- Habrá sido inevitable hablar de la Travesía Central por el Pirineo. ¿Alguna novedad?

- Ahora depende de que Francia decida cuál es la opción de corredor más adecuada. España lo tiene claro y no va a poner impedimento a ninguna posibilidad. El Gobierno apuesta por una conexión ferroviaria por el Pirineo central, sobre todo de mercancías, para integrarla en el conjunto de la red de infraestructuras europeas. Este es uno de los objetivos más importantes que tiene Europa ahora. Y cuando decida Francia, el trabajo tendrá que hacerse bajo el auspicio de la Unión Europea y, por esa razón, la presidencia española en el 2010 debería servir para impulsar ese proyecto, porque todas las partes implicadas están a favor de hacerlo.

- En este sentido, ¿la presidencia de Sarkozy ha sido una ocasión perdida para acelerar los trámites?

- No lo veo así. Sarkozy debía defender los intereses europeos, no solo los franceses. Aún así hay que decir que su posición es muy favorable. Sarkozy nunca se ha opuesto.

- ¿Está a gusto en este cargo?

- Sí, soy un europeísta convencido. Mi gran proyecto vital ha sido Europa. Las grandes transformaciones que España y el mundo necesita en este siglo solo se pueden lograr a través de la Unión.

- Echa de menos su puesto de portavoz en el Congreso.

- Creo que cada momento tiene su afán. Este es el momento de Europa y ahora tenemos el desafío de la presidencia en la Unión en un momento crucial de la vida de Europa, con un Tratado de Lisboa que lo va a aprobar Irlanda el año que viene y que será España la encargada de ponerlo en marcha.

- ¿Comparte la sensación de que los temas de la UE la gente los trata con cierta lejanía?

- Siempre ha pasado, por muchas razones. Quizá porque la UE no representaba algo más tangible que un mercado común y una Política Agraria Común, y no algo tan cercano como los problemas cotidianos de la gente.

- ¿Cómo explicaría a la gente la labor que desempeña una Secretaría de Estado para la UE?

- Es la conexión más directa que tiene el Gobierno español con la UE y los 26 países restantes que la forman. Coordina la acción del Estado, prepara las reuniones de Consejo Europeo con el de Ministros, y cuenta con más de 200 personas en Bruselas para negociar cuestiones de carácter administrativo o legislativo donde España debe tener voz.

- ¿Qué expectativas tiene el Gobierno en la presidencia de la UE?

- Va a ser la cuarta vez y será la más difícil y relevante. A España le toca dirigir a una nueva Europa y poner a funcionar un Tratado de Lisboa en un momento de recesión.

- ¿Mejor hacerlo con Obama en la presidencia de Estados Unidos?

- Creo que no es una sensación única de España sino de toda Europa. Obama sabe que las cuestiones como el cambio climático, los problemas energéticos, el comercio internacional o la forma de afrontar la crisis requieren de una alianza internacional y la relación de Europa con América es básica. La presidencia española, en este sentido, va a tener una vertiente americana muy fuerte. Habrá una especial mirada allí y hacia el Mediterráneo.

- ¿Obama puede poner a España en un lugar de privilegio en su interlocución con Europa?

- El calendario se adecua bastante a esto, ya que Obama ha confirmado que vendrá a España en el 2010. Ahora va a haber una cumbre entre la Unión Europea y Estados Unidos allí con el nuevo gobierno aterrizando en la Casa Blanca. Un año después de su toma de posesión es un buen momento para que ambos afronten una nueva agenda transatlántica.

- ¿Qué cerca ha estado de aprobarse la directiva de las 65 horas de trabajo semanales?

- Ha sido la gran noticia europea de los últimos días. El Parlamento ha demostrado ser representante de los europeos y se ha puesto de manifiesto que no puede ser una entidad que haga macroeconomía sino que debe ocuparse de los problemas de la gente. Esto me ha animado a pensar que en nuestro país va a haber un aumento de la participación en las elecciones europeas del 7 de junio del 2009.

- Otro tema controvertido tiene que ver con la inmigración y la directiva de retorno. ¿No contradice a la política que sigue España?

- Es solo una directiva dentro de lo que es la política de inmigración. La directiva obliga a dar una serie de garantías a las personas que se someten a los procedimientos de expulsión y los países que no las dan se les dice que hay un límite de seis meses para mantener internada a una persona, que puede ser, por razones extraordinarias, hasta un máximo de 18 meses. Ayer mismo, España aprobó en el Consejo de Ministros fijar el tiempo máximo de internamiento en 60 días. Por tanto, toda la fantasía que se montó sobre la directiva no tenía fundamento y solo afecta a unos ocho países de la UE que no ofrecen estas garantías.

- En pleno debate sobre el cambio climático y el desarrollo sostenible, España sigue sin utilizar la Carta de Zaragoza a la que Zapatero prometió darle difusión.

- El presidente prometió que la Carta del Agua se presentaría en Naciones Unidas y así lo hará.