Del Padre Marcellán sus vecinos dicen que tuvo dos vidas. La primera, por la que ahora se le castiga y que lo llevó como sacerdote y militar hasta las estepas heladas de Rusia, en plena Segunda Guerra Mundial y como combatiente de la División Azul. La segunda, por la que otros muchos preferen recordarle: durante su vida como religioso, participó activamente en el desarrollo de la Organización Nacional de Ciegos. Puede que sus propias circunstancias personales -perdió la vista tras el disparo de un bazoka, una herida que le otorgó la Cruz de Hierro nazi- dieran un giro de 180° a su etapa más belicista.

Tan turbulenta como su vida ha sido la situación de la placa conmemorativa que este sacerdote tiene -aunque ya por poco tiempo- en el barrio del Actur, junto al edificio de Kasán y la nueva escuela de Artes. En los últimos treinta años, los vecinos de esta vía han residido en tres calles distintas: primero, en la avenida de los Pirineos. Después, en Paco Martínez Soria. Ya en la democracia, el primer ayuntamiento elegido en las urnas dio a la calle su denominación actual. Una situación que, con protestas de por medio, vuelve a repetirse: «No tenemos nada que hacer porque ya nos han explicado que la norma la dicta una ley de rango superior. Pero queremos que se sepa que es ya la tercera vez que nos tienen que cambiar el nombre. De muchas de las decisiones que toman los políticos no se miran las consecuencias», se queja Pepe Redondo, presidente de la asociación de Vecinos de Kasan. Redondo ha llevado sus reinvindicaciones todo lo lejos que ha podido, pero al final su determinación ha chocado con la ley. «Hay que medir a todos los personajes a los que se les va a dar nuevas calles con el mismo rasero que a quienes se la retiran», argumenta el presidente de esta organización vecinal, que destaca que no entiende los motivos por los que Padre Marcellán fue incluído en la lista de los 43 franquistas cuyo nombre se borrará del callejero.

Valero Julio Ripol, su sustituto es el gran desconocido entre los héroes de Los Sitios. «Se sabe muy poco de él», señala José Antonio Armillas, comisario de la Fundación Zaragoza 2008, constituida para celebrar el bicentenario del asedio de las tropas de Napoleón sobre la capital aragonesa. Su biografía apenas tiene unos datos de interés, aunque de él sí se sabe que fue condecorado por el mismísmo Palafox y que llegó a ser teniente coronel tras la celebración de la batalla con los franceses. Los vecinos se suman al desconocimiento del general. Solo son conscientes de los inconvenientes que para ellos traerá consigo el cambio de denominación: dinero para cambiar las escrituras de sus viviendas ante notario, colas para poder adaptar su DNI con el nombre de su domicilio, modificaciones en el carnet de conducir, en las tarjetas de visitas... Todo un sinfín de papeleo.

Calle de Valero Julio Ripoll

Poco se sabe de este héroe de Los Sitios, más allá de su arrojo durante el asedio de las tropas napoleónicas a la ciudad. Vivió en el número 100 de la calle Las Armas, y fue condecorado por el general Palafox por su actitud y valentía durante las batallas en las que la ciudad se rindió a los franceses. Comenzó siendo molendero de chocolate y llegó a teniente coronel.

Hoy se llama: calle del Padre Marcellán Mayayo

Ramón Marcellán Mayayo consagró buena parte de su vida al prójimo, participando en diferentes asociaciones de ayuda a ciegos durante toda su vida. Este capellán, de hecho, no podía ver, a raíz de la herida que le produjo un bazoka mientras luchaba en la Segunda Guerra Mundial. Por ello obtuvo la Cruz de Hierro Nazi.