Se puede servir a Dios de muchas formas. Las vidas del Cardenal Gomá y el Padre Arrupe son una clara muestra de las diferentes maneras de profesar la misma religión, además de evidenciar que la jerarquía eclesiástica no está siempre acorde con la excelencia ética. Isidro Gomá, catalán, fue el máximo representante de la Iglesia durante la guerra civil española, contienda que definió como "una lucha de los sin Dios contra la verdadera España, contra la religión católica". Una vez finalizada, su intervención fue decisiva para el reconocimiento por la Santa Sede del gobierno franquista, con el que tuvo las consecuentes relaciones hasta su muerte en 1940.

Se sospecha además que participó en la preparación del golpe de estado de 1936, una faceta revolucionaria que también tenía Pedro Arrupe, pero con unos propósitos marcadamente diferentes. "Fue el hombre que renovó la misión de la Compañía, el que proclamó que la fe en Dios ha de ir unida a la lucha para abolir todas las injusticias", señala Jesús Royo, Superior de la Comunidad de Jesuitas del Colegio Jesús María El Salvador. Arrupe dio un vuelco en la ideología proclamando principios como la reducción del consumismo dentro del clero en pos de tener una experiencia personal más directa de las miserias y estrecheces de los pobres, unas premisas que le valieron el rechazo de muchos, entre ellos altos cargos de la Iglesia.

Viajero incansable, pasó gran parte de su vida en Japón, donde después de estar en la cárcel fue testigo de la explosión de la bomba sobre Hiroshima, región en la que se encontraba ejerciendo de maestro de novicios y donde socorrió a cientos de personas gracias a sus conocimientos médicos. Y es que Arrupe estudió Medicina hasta que una curación milagrosa en Lourdes le hizo sentir a Dios y retirarse de la carrera, en la que arrebató un año el premio extraordinario al premio Nobel Severo Ochoa. Sus sobresalientes y matrículas de honor le señalan como hombre inteligente, rasgo que mostró en sus principios y forma de vivir, en la que aunó la fidelidad a su orden con prácticas orientales.

Una foto del Padre mientras meditaba en posición zen decora el despacho de Manolo Magdaleno, director del citado colegio que se sitúa en la futura calle Arrupe. Para él, primer directivo seglar del centro, el reconocimiento a esta figura supone "una alegría", pues sus pensamientos --formar hombres y mujeres para los demás-- son la base de la educación que allí se imparte. Además del colegio, un bloque de pisos y un hotel, Villa Gomá, forman uno de los lados de la calle. En su restaurante indican que la única molestia es el cambio de tarjetas, el resto poco importa. Al otro lado de la calle, las consultas externas del Miguel Servet. La vía Padre Arrupe muestra así, en sí misma, las dos grandes pasiones de un hombre para el que servir a Dios pasaba por servir a los demás.

Calle Padre Arrupe

1907-1991. Abandonó sus estudios de Medicina para ingresar en la Compañía de Jesús. Era maestro de novicios aspirantes en las afueras de Hiroshima cuando estalló la bomba atómica, y socorrió a la población con sus conocimientos médicos. Fue motor de renovación de la Compañía al considerar inseparables la fe en Dios y la lucha contra las injusticias.

Hoy se llama: calle Cardenal Goma

Acérrimo defensor del movimiento nacionalista, el catalán Isidro Gomá justificó teológicamente la guerra civil y la definió como una "cruzada" entre "la civilización cristiana y la barbarie". Fue arzobispo de Toledo entre 1933 y 1940, año de su muerte, y se sospecha su participación en la preparación del golpe militar.