En la acelerada vida actual, sin tiempo para nada y mucho menos para los demás, ya no hay tertulias, largos aperitivos ni sobremesas a lo Arias Cañete, sino encuentros o encontronazos en la vía pública y sus correspondientes capazos.

Cojo uno, ligero, con el consejero de Industria del Gobierno de Aragón, Arturo Aliaga, a quien llevaba bastante tiempo sin ver. Tiene buen aspecto. A diferencia de otros políticos, a los que el ejercicio del poder les ha generado adiposidad, alopecia y migraña, lo encuentro tan fresco como si le fueran a hacer la foto electoral para llenar el "capacico" de votos.

No es extraño que el nombre de Aliaga suene en ese registro porque, tras siete años al frente de la empresa y de la industria aragonesa tiene poso, reconocimiento y obra, incluso cierta popularidad.

Ha trabajado. Ha viajado. Se ha movido. Ha hecho cosas, polígonos, estructuras, ha buscado y traído inversión, ha resuelto el marrón de General Motors y ha levantado un Motorland, un circuito generador de riqueza, frente al futuro Alcañiz.

Su idioma es, al mismo tiempo, local y universal, y por eso su lenguaje gusta entre los emprendedores, que ven en este tipo de políticos pragmáticos, ambiciosos y activos, una suerte de proyección o reflejo propio.

El estilo de Aliaga encaja a la perfección en los criterios de poder y en las características de gestión del Partido Aragonés, cuyos activos institucionales hace mucho tiempo que han suplantado a los representantes del PP en el mundo empresarial y en la derecha económica.

En la última década, los dirigentes aragonesistas, aprovechando su privilegiada posición en el ejecutivo de la Comunidad, han interaccionado de manera notable con las viejas o tradicionales familias de la industria y con la nueva burguesía emergente al calor de la construcción y de los negocios de restauración, hostelería, transporte y servicios, entre otros ámbitos donde el dinero corre. A muchos de ellos, el PAR, en general, y Aliaga, en particular, les han ofrecido propuestas--marcos, acuerdos varios, líneas de subvención, nuevas infraestructuras, agua, electricidad, un soplo de vida industrial tutelada desde lo público. Algo que el PP, tan escaso de buenos gestores como de atrayentes proyectos, no puede, hoy por hoy, pese a haber gobernado en su día y tener un "capazo" más ancho, ofrecer desde la experiencia.

Escritor y periodista