Cayó como un auténtico atracador. Con la pistola en un bolsillo y cargada con 16 balas, una de ellas en la recámara, lista para disparar ante cualquier contratiempo. Pero Antonio O. P., que por si acaso llevaba un segundo cargador con otras 16 balas de 19 milímetros parabellum, no tuvo tiempo de reaccionar. La Policía Nacional, que había movilizado todos los efectivos de la Brigada de Policía Judicial, le abordó en la calle, cerca de la vivienda donde se ocultaba últimamente, situada entre el barrio de Delicias y el de Oliver.

"Con sus 51 años es un atracador histórico que siempre actuaba a cara descubierta", manifestó un portavoz de la Jefatura Superior de Policía de Aragón.

Los investigadores le atribuyen cuatro atracos, todos ellos cometidos entre el 14 de septiembre y el 13 de octubre pasados en tres sucursales de de San José y una de Casablanca. Su último golpe lo perpetró el día siguiente al Pilar, en una CAI de Escultor Lobato a la que entró con un sombrero de paja para disimular su calvicie y dificultar su identificación.

Pero no le sirvió de mucho, pues su imagen quedó grabada en las cámaras de seguridad de diferentes bancos y, además, se trata de un viejo conocido de la Policía que empezó su carrera delictiva en los años 80 y que, desde entonces, ha estado un cuarto de siglo entre rejas.

CARTAS A LA POLICÍA Su forma de actuar seguía un patrón. Aguardaba en la cola, con los demás clientes, y al llegar a la ventanilla iniciaba los trámites con normalidad, hasta que sacaba la pistola de repente y exigía que le dieran el dinero, preferiblemente monedas.

En algunos de sus últimos golpes llegó incluso a obligar a los directores de las entidades bancarias, a punta de pistola, a que redactaran cartas, supuestamente dirigidas a la Policía, en la que atribuía sus delitos a su necesidad de conseguir dinero para marcharse al extranjero. Argumentaba que había estado en la cárcel y que era pobre.

Su detención se produjo el pasado miércoles, poco después de atracar la sucursal de la calle Escultor Lobato. Llevaba en el bolsillo una bolsa con 715 euros, 300 de los cuales eran del último golpe que había dado.

En los últimos días estaba sometido a un cerco cada vez más estrecho. Su calva y su característico bigote salían a relucir en las grabaciones y la Policía vigilaba estrechamente a sus familiares y conocidos, a la espera de que abandonara sus precauciones habituales y abandonara de una vez su madriguera.

"Era un hombre muy mayor y muy sucio", relató un testigo presencial del atraco de Escultor Lobato. "Le puso la pistola en el cuello a una empleada y le exigió que entregara todas las monedas que hubiera, pues no quería billetes", agregó.

Después salió a todo correr de la caja de ahorros, se metió por la escalinata de la calle Diez de Agosto y acabó montando en un autobús urbano.