A Antonio Minguillón, de 88 años, se le quedó grabada en la memoria la noche del 10 al 11 de agosto de 1936. Entonces solo tenía 14 años y estaba durmiendo, como el resto de su familia, cuando oyó voces en el rellano de la escalera de su casa, en la calle Echeandía del barrio zaragozano de San Pablo.

"Eran unos pistoleros de Acción Ciudadana que venían armados con mosquetones y que casi derribaron la puerta a golpes", explica Antonio. "Nos sobresaltamos mucho cuando preguntaron por mi tío Jesús, que estaba pasando unos días en mi casa porque su familia se encontraba de vacaciones en Huesca", añade.

"Yo entonces era un chaval y, en mi inconsciencia, no comprendí que se llevaban a mi tío para matarlo", cuenta, entre lágrimas, 74 años después de un acontecimiento que marcó su vida para siempre.

Al cabo de unos días sus padres y él se enteraron de que su tío había aparecido muerto, poco después de su detención, en la cuneta de la carretera de Valencia, a las afueras de Zaragoza, "cerca de un caseta de consumos que había a la entrada de la ciudad". Sus asesinos le habían dado un tiro en la cabeza y habían dejado su carnet de vocal del sindicato UGT encima de la ropa.

Se llamaba Jesús Oliván Guiral, trabajaba de mozo en un almacén de coloniales de la calle Candalija y tenía 31 años. Su nombre, su edad y la fecha de su asesinato están perforados en una de las 3.543 placas de acero que componen el monumento del cementerio de Torrero a los republicanos fusilados en la capital aragonesa entre 1936 y 1946.

"Me parece que ese monumento es un acto de justicia, lo menos que se merecen todos los republicanos que murieron en las mismas circunstancias que mi tío", afirma Antonio, que pese a su avanzada edad y sus problemas de salud quiere estar presente el 27 de octubre en la inauguración del memorial.

"Le tenía mucho cariño. Era un hombre con cierta cultura y me daba clase de Matemáticas", dice Antonio, rompiendo a llorar. "Tuvo oportunidad de irse, de escapar al lado republicano", recuerda. "Pero no lo hizo porque, según decía, una sublevación que no triunfa de inmediato está condenada al fracaso".