Hace meses, fueron los portavoces de IU en Teruel quienes mostraron su aprensión ante la construcción del aeródromo de Caudé cuando ya no había ninguna empresa interesada en su gestión. Esta semana, el PP ha recogido el testigo para advertir que las obras han acabado con un coste de más de 38 millones de euros (extraído céntimo a céntimo de las arcas públicas) y sigue sin verse salida razonable para un proyecto caro, desarrollado en el aire y al que ahora es preciso buscarle como sea alguna utilidad. Pero, en el colmo del delirio, mientras la oposición conservadora denunciaba la situación, el consorcio institucional que ha construido Caudé sacaba a concurso un gran hangar de reparaciones que costará tres millones y pico más. El suma y sigue se aproxima ya a los cuarenta y dos kilates. Y lo que te rondaré.

Todo indica que estamos ante un nuevo agujero negro en la galaxia aragonesa, otra invención costosa capaz de devorar no sólo la fuerte inversión inicial sino sucesivos desembolsos que serán necesarios para demostrar por procedimientos artificiales que el invento sirve para algo. Si Aramón ha de invertir más y más pasta en mejorar sus deficitarias pistas de esquí y Motorland debe pagar a precio de oro cada prueba deportiva que se celebra en sus circuitos, Caudé tendrá que seguir poniéndolas para atraer alguna compañía que monte en sus flamantes instalaciones un taller de reparaciones, un cementerio de aviones o lo que sea. El chorreo de nunca acabar.

Recordemos que el aeródromo de Caudé fue en origen un gran proyecto público desarrollado a la medida de una empresa privada que se había brindado a gestionarlo. López Soriano, que estaba poniendo en marcha en Zaragoza su Parque Tecnológico del Reciclaje, se mostró interesado en ubicar en Teruel un gran cementerio de aviones, donde además podrían tener asiento centros de reparación de diversas compañías. Sin embargo, el promotor del plan se bajó del tren apenas había éste echado a andar. Pese a todo, las obras del aeródromo siguieron adelante. ¿Para qué?

Nunca estuvo claro por qué una iniciativa privada iba a desarrollarse con capital público, ni por qué López Soriano no había firmado contrato alguno que le comprometiese con el proyecto, ni por qué se siguió con la aventura cuando no existía nadie dispuesto a darle continuidad. Pero así fue la cosa y en estos momentos tenemos el aeródromo de punta en blanco a falta sólo del famoso hangar (o lo que se necesite luego). Se está hablando, dicen, con compañías presuntamente dispuestas a venir. Éstas, naturalmente, van a pedir la luna. Saben que aquí los mentores de Caudé necesitan dar algún tipo de salida a su insensata aventura para justificarla a posteriori ante la opinión pública. Qué agudos son nuestros jefes.