En una semana, Marcelino Iglesias ha marcado su impronta al frente de la organización del PSOE, un partido que a veces tiende a la autodestrucción y cuyas características son propensas en ocasiones a los problemas internos. La paz social que consiguió el barón aragonés en su territorio --tomando decisiones drásticas pero sin generar oposiciones endógenas estridentes-- la ha importado en tan solo unos días con decisiones que ha tomado (para sorpresa de algunos en Madrid) con una severa mano de hierro.

Iglesias aterrizó en Madrid hace justo una semana con una intención clara: no abandonar su estilo de hacer las cosas y demostrar autoridad. Uno de sus colaboradores era muy gráfico: "Los primeros días no nos vamos a mover de la silla. Aquí si te vas unas horas, llega otro, te la quita y desordena todo". Porque Iglesias tenía sus detractores. El primero, José Blanco, que ha pasado de ser la voz socialista en el telediario del fin de semana a ser eclipsado por Pérez Rubalcaba e Iglesias.

Reforzar a Zapatero

Algunas fuentes socialistas de Madrid consideran que Zapatero también ha querido con el nombramiento de ambos tapar alguna duda en torno a su sucesión. "Ni Rubalcaba ni Iglesias se han visto ni un minuto con posibilidad de competir por la candidatura a la presidencia. Y Blanco, a medida que ha ido tomando poder, sí lo ha imaginado". Y Zapatero, hoy, quiere continuar. E Iglesias ya lo ha insinuado públicamente. Después de los cambios en el Gobierno y el partido, ya nadie ha vuelto a abrir el debate de la sucesión que sí se había abierto interesadamente en los últimos meses. Cuando Zapatero comunicó a Pajín que iba a relevarla al frente de su controvertida gestión como responsable de la organización del partido, esta misma le sugirió el nombre de Iglesias como el candidato más leal y cercano a la línea del presidente del gobierno. Quién lo iba a decir hace solo unos años.

Precisamente, Zapatero ya había pensado en Iglesias para dos cuestiones fundamentales: apaciguar las aguas revueltas en distintas federaciones (Canarias, Madrid o Andalucía) y mantener otra relación con los medios de Madrid. Controlar las filtraciones y mantener otro estilo con los periodistas en las comparecencias públicas. Y los mismos periodistas lo confirman: "Leire Pajín daba un perfil bajo, se mostraba altiva y le molestaba que se le hicieran preguntas. Todo lo contrario que Iglesias, que desde el primer día ha mostrado un empeño en llevarse bien con todos. Y ha habido un comentario generalizado favorable hacia su llegada, aunque seguro que pronto cambian las cosas", dice una de las periodistas que habitualmente siguen la información del PSOE.

Sorpresa en los medios

El estilo declarativo de Iglesias ha sorprendido en un ambiente acostumbrado al titular agresivo y de pugna frontal con la oposición. Sus declaraciones neutrales sobre el elevado sueldo de Cospedal, sorprendieron en Madrid. Y también en su partido. Alguno incluso se enfadó por considerar que debía haber sido más agresivo en su respuesta. De hecho, sus detractores en el PSOE (menos de los que en un principio se pensaba) temen que no sea capaz de mantener un tono elevado en la crítica. "Para eso ya hay otras personas. Lo que se busca en Iglesias es justamente todo lo contrario", dicen en Madrid.

Está además su papel interno. "La dimensión de este puesto es increíble. Te das cuenta del poder que tiene un secretario de organización. A la primera, todo el mundo te coge el teléfono y acata tus instrucciones", indican las dos personas que, junto a Pilar Alegría, forman el reducido equipo con el que ha contado Iglesias, que ha tenido que doblar su infraestructura. El conductor, los hoteles, la secretaria, la seguridad y los gastos los paga el partido, que se ahorra su sueldo porque lo ha rechazado. Se ha alojado en varios hoteles, aunque la primera noche la pasó en uno de Recoletos. Y ahí también hay un cambio. Pajín había perdido autoridad y eran varios barones que no aceptaban sus directrices. Algunos ni le contestaban.

Unos días antes de que trascendiera la noticia, Iglesias preparaba una lista de libros para leer después de mayo. E incluso ya había pensado en que el Senado podía ser su siguiente destino. El miércoles anterior había estado en Madrid, en una cena con el lobi cultural aragonés en la capital. No dijo nada. Un fin de semana antes, en la Fiesta de la Rosa de su provincia había quedado para después de mayo con varios compañeros. "Tendremos tiempo para charlar".

Ahora ya será más difícil. En una semana ha estado en Tarifa (donde ha acallado un asunto que olía a chanchullo), Madrid, Zaragoza (un día tuvo tres actos para asegurarse hasta tres apariciones televisivas) y ha disuelto el partido en Tenerife. Algunos aún no se creen su sorprendente adaptación.