Una ciudad del mundo. La presencia de los casi 4.000 jóvenes católicos, procedentes de 36 países, en la capital aragonesa ha llenado las calles de Zaragoza de color. Se les pudo distinguir por las mochilas azules y las banderas, y también por el bullicio que organizaban con sus canciones. Han sido cinco días en los que los peregrinos no han tenido tiempo para el aburrimiento, con una agenda en la que se incluyeron actividades culturales, como las visitas a la Aljafería y al Museo Diocesano; religiosas, en misas en las parroquias o la de ayer en el Pilar, y otras, como una feria solidaria y varios conciertos, sin olvidar baños en las piscinas de los stadiums Casablanca y Venecia.

Los 700 voluntarios de la JMJ en Zaragoza que durante los últimos cuatro días estuvieron organizando y guiando a los peregrinos, describieron la experiencia como "una maravilla". Se preocuparon sobre todo de que no faltase el agua ya que muchos no estaban acostumbrados a las altas temperaturas. Por suerte, no hubo ningún incidente importante.

Cáracter colaborador

Inmaculada de la Iglesia fue una de las voluntarias y destacó la buena actitud de estos jóvenes. "Son enérgicos, alegres y serviciales. Allá donde vayan dejan todo recogido, se les nota que tienen buen fondo y unos valores". El idioma "es importante pero no necesario" a la hora de enseñarse bailes, canciones y oraciones unos a otros en las parroquias al final del día.

Su carácter voluntarioso se reflejó, por ejemplo, en la atención constante que prestaron a sus compañeros discapacitados, según relató Loreto Montañés, coordinadora de la JMJ en Zaragoza desde hace dos años. "Cuando les sacaron a bailar fue impresionante. Es una imagen que se me quedará siempre grabada".

José Luis Múzquiz acogió a cuatro italianos de entre 17 y 27 años. Nunca había dado asilo a personas en una experiencia de este tipo y su valoración es "muy positiva". "Ha sido una experiencia de fe en la que la lengua no separa".

A la pregunta de qué esperaban de este viaje, algunos de los peregrinos destacaron el aspecto religioso mientras que otros nombraron en primer lugar el social y cultural. "En Zaragoza espero conocer la ciudad y a las personas. Me gustan las diferencias de un modo positivo, es algo hermoso", afirmó el joven Galiano Oliver, de Guinea Bissau a su llegada a la capital aragonesa. En cualquier caso, la palabra más utilizada por todos los jóvenes para describir este acontecimiento mundial fue: "Alegría".