Acorde con el carácter juvenil de los asistentes, los peregrinos que no tuvieron silla, es decir, una amplia mayoría, no dudaron en extender por el suelo de la plaza del Pilar esterillas, cachirulos, plásticos o lo que tuvieran a mano para sentarse o arrodillarse durante la misa. Se pudo ver incluso a algún zaragozano que se trajo una silla plegable de casa. La diversidad idiomática del oficio religioso no supuso tampoco un problema. Las oraciones las hicieron cada cual en su idioma y además dispusieron de un folleto con las letras de las numerosas canciones que acompañaron la celebración.