La primera vez que Eloy Suárez (Tudela, 1962) entró por primera vez al Congreso de los Diputados aún era un estudiante de Derecho en 1981. Trece días después del intento de golpe de Estado, el hoy parlamentario recorrió los pasillos y entro en el hemiciclo en el que unos días antes había irrumpido el teniente coronel Tejero. "El escenario impresionaba mucho y sobre todo, tenías el interrogante de qué era lo que iba a pasar con este país".

Desde noviembre ocupa un sillón que el describe como "incomodísimo" como parlamentario por Zaragoza. Reconoce que al principio le impresionó la atención mediática que hay en la Cámara baja. "La primera vez que vine para defender una proposición (en el 2009), vi a un montón de gente en la puerta mirando quien entraba, y yo pensé, ¿Qué pasará aquí? La tribuna del Congreso impone porque tiene mucha historia". Suárez apunta que pensaba que si mediáticamente su trabajo en las Cortes de Aragón podía resultar "poco interesante", creía que en Madrid esto se acentuaría. "Pero ha sido al contrario".

Hoy, este lugar a cuyas puertas se agolpan curiosos cada vez que hay pleno, se ha convertido en su segundo lugar de trabajo. El otro es el Ayuntamiento de Zaragoza, donde ejerce como portavoz, y el tercero, es el AVE, "que se ha convertido en mi oficina". Esta es su primera legislatura como diputado en Madrid, antes fue portavoz en las Cortes aragonesas. "La óptica cambia. Madrid no es lo mismo, y las cosas se miran con una concepción más amplia".

Reconoce que su familia "aguanta mucho" para que el cumpla con su trabajo. "Se tienen que convertir en cómplices o si no sería imposible", asegura. "Hay muchas horas más de las que la gente ve detrás de una pregunta o iniciativa. Si se quiere hacer medianamente bien este trabajo necesita mucho tiempo en despachos o en otros lugares". Admite que la familia es la gran "pagana", porque soportan que, de repente "a las doce de la noche te venga a la cabeza algo y te despiertes a escribirla".