Las estaciones de esquí del Pirineo aragonés nunca habían dedicado tanto esfuerzo y tantos medios a provocar aludes como este año, caracterizado por unas precipitaciones de nieve muy por encima de la media histórica. La muerte de una niña madrileña de 7 años como consecuencia de una pequeña avalancha que se produjo el pasado lunes en Formigal ha puesto de manifiesto que, pese a las medidas de control que realizan a diario los centros invernales, en alta montaña existe siempre un margen de riesgo que es muy difícil de prevenir.

De hecho, la cadena pirenaica ha recibido este año una sucesión de borrascas que han dejado capas de nieve que, sumadas unas otras, arrojan una altura de 14 metros, como es el caso de la cota 1.700 en la estación de Astún. Esa nieve, convenientemente pisada y tratada, supone un grosor de entre 2 y 2,80 metros, al margen de otros factores que modifican el volumen de la capa que cubre las laderas.

"Está siendo un año fuera de lo normal", señalan fuentes de este centro de deportes blancos. "Ha sido la temporada en que más nevadas se han producido desde que estamos abiertos, con diferencia", añaden.

En un solo día, se llegaron a realizar en Astún 24 voladuras controladas, y en toda la estación el número de acciones para provocar aludes se eleva a 75, "el año en que más se han realizado", según las mismas fuentes.

PURGAR LA MONTAÑA Los expertos son conscientes de la necesidad de purgar la montaña cada cierto tiempo y siempre que las condiciones así lo requieran. Pero, a pesar de las precauciones, un cambio de temperatura o el paso de un esquiador por una ladera inestable puede desencadenar una avalancha de nieve.

En las estaciones del grupo Aramón y en las de gestión totalmente privada, el control de la capa de nieve es una tarea diaria que moviliza a una parte importante del personal.

Los pisters verifican a diario el estado del manto de las distintas zonas habilitadas para el esquí, así como su adecuado balizamiento. Luego, en función de los datos recibidos, los directores de montaña de los centros invernales, deciden si una pista se abre o permanece cerrada.

Cada vez que nieva, además, se extreman las medidas preventivas, y más en una temporada como la actual, en que las continuas y copiosas nevadas que han afectado al Pirineo han llegado a impedir en ocasiones la plena apertura de las instalaciones.

Un detalle revelador es que la pista donde ocurrió el fatal accidente de Formigal, considerada para principiantes, había sido objeto de 35 actuaciones.

"En cuanto una nevada deja una capa de nieve de más de 10 centímetros se llevan a cabo voladuras controladas, tal y como establecen las normas", señala un portavoz de Aramón que asegura que esta temporada "se han disparado más cargas explosivas que en los últimos años".

La lucha contra las avalanchas constituye una prioridad de las estaciones. La popularización de los deportes blancos ha traído una mayor preocupación por garantizar la seguridad del creciente número de aficionados.

MEJORES MÁQUINAS "A veces oyes comentar que antiguamente nevaba más y que la capa de nieve alcanzaba más altura que ahora, pero quienes piensan de ese modo no tienen en cuenta que actualmente las máquinas que se emplean para retirar y pisar la nieve son más eficientes que antes", señala el responsable de una estación de esquí del Pirineo oscense.

Es más, debido a la cada vez mayor necesidad de seguridad, los centros invernales disponen de un abanico de medios para provocar aludes, desde el uso de cañones especiales al uso de helicópteros.