Sala de máquinas

Leviatán en el nidode las serpientes

Bolea

España es un país mansueto, pero cuidao con la embestía del manso.

El dicho taurino viene a cuento en ese otro coso, la política, donde los diestros no lo son tanto y el enemigo, en lugar de con una finca en cada pitón, viene cada vez peor armado y con más peligro de empitonar al más pintao.

Muchas cosas están cambiando en esta fiesta, siendo la primera de ellas que ha dejado de serlo. Las enseñas y taleguillas de la terna de matadores, PP, PSOE y CiU, están manchadas con los cuajarones secos de una corrupción antigua, y algunos de sus maestros han debido ser atendidos de urgencia en la enfermería de la plaza, empitonados por un berraco abarcenado o por un manchado con querencia, ere que ere, al pitón izquierdo.

Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba ya no se brindan toros ni se rinden quites, sino que se limitan a observarse con el capote entre dientes y la montera calada, no caigan almohadillas.

Tampoco sus respectivas cuadrillas compadrean ni se pasan el botijo, permaneciendo estatuados así al maestro rival lo esté corneando un cornúpeto. No hay compañerismo ni capotazo a Durán Lleida, el peor parado de la terna, sin sitio en los medios y con un Victorino a punto de empitonarlo a puerta gayola.

Así la corrida, más que en una fiesta nacional, la política española se está convirtiendo en un auténtico nido de serpientes. Víboras que se muerden entre sí las cabezas y colas con viborinas y viperinas lenguas henchidas de veneno. Heridas que escapan a las acorazadas escamas de los partidos, maletines que deforman el vientre de las sierpes, rabos de lagarto, vómitos de culebra, cascabeles que no anuncian otra alegría que la torcida sonrisa de la pitón. Serpientes y toros, bueyes y reptiles... un nido, un pesebre, el de nuestros dirigentes, donde meter la mano es sinónimo de amputación o robo.

Vistas desde el común, sus señorías siguen disfrutando de la corrida en sus cómodos escaños. Ora sacrificando un peón, ora investigando a los peones de los tranvías de Zaragoza y Parla. Retándose, aniquilándose en el burladero, en el nido, hasta que cada vez queden menos y la madre de todas las serpientes rompa el huevo del que nacerá Leviatán.

¿Estamos ante un apocalipsis democrático? Los síntomas, como la plaga de serpientes, como la derrota del toro, son inquietantes.

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